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domingo, 23 de octubre de 2011

Remei Margarit y Marcel Villier: poesía, arquitectura y paisaje

Revolviendo en el BookCrossing de la escuela tuve la gran suerte de encontrarme con Castells a la sorra dels dies, un librito que despertó mi curiosidad al ver el nombre de la autora y del ilustrador: Remei Margarit y Marcel Villier, respectivamente. Nada más abrirlo los poemas me cautivaron y corrí a sentarme para leer. Uno tras otro, como pequeñas estampas intimistas, me entregaron el sabor de momentos junto al mar, de la paz de algunas tardes o de rincones del hogar propicios al recuerdo o a la meditación y la nostalgia.¡Qué hermosos me parecieron!

Remei Margarit (Sitges, 1935) es licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona y colaboradora del periódico La Vanguardia. En su faceta literaria, es autora de tres novelas, un libro de relatos y del libro de poesía De la soledat i el desig (1988). Castells a la sorra dels dies es de 2009.


"La calma" es uno de los poemas que más me gustan:

El temps és la galerna
que s'emporta el somni.
Aquests moments sense tu
són el llarg viatge que mena
d'un bes a l'altre,
com aquest mar sense ones,
sols un batec de vida que reposa.
La insistent calma
n'ha fet un mirall
de l'aigua.
Les veles a l'horitzó
esperen també
l'abraçada del vent.

Otro es "Aquell somriure"

Aquell somriure és l'esperança.
Per la finestra entra l'alba
quan la nit em deixa.
El cel translúcid
encara no gosa
vestir-se de blau
i no ho sé si a llevant
hi ha tempesta.
A ponent, la lluna s'amaga
i la roba estesa
guarda el fred de la nit.
El sol venç cada dia
la subtil història
que el somni ha teixit.

El libro está ilustrado con algunas obras de Marcel Villier. Es una verdadera lástima que la calidad de las reproducciones no sea buena y el lector no pueda hacerse una idea cabal del nivel de este artista. Por ello, para situarle en el lugar que sin duda merece, incluyo junto al libro de poemas de Remei Margarit el de Marcel Villier Ribas Arquitectura i paisatge de Menorca, que recoge 76 de sus obras, básicamente acuarelas y algunos grabados. ¡Me encanta este libro!

Al dominio del dibujo y de la técnica de la acuarela se impone el  artista. La Menorca de Marcel Villier es una Menorca que se lleva en el alma. Paisajes serenos, casas de campo, interiores, rincones de patios y jardines, paisajes desde una ventana... todo ello impregnado de ternura, de gracia, de encanto inigualable con un sello personal que le hace inconfundible.
Remei Margarit es la autora de uno de los diversos prólogos que encabezan la muestra de la obra gráfica de Marcel Villier. No me sorprende, pues existe una clara afinidad entre el tono de los poemas y la atmósfera contenida en las acuarelas. "A la seva pintura, la qualitat que més hi destaca ése una gran sensibilitat en el tracte de les formes. Hi ha també una lleugeresa efímera, gairebé immaterial, que fa sentir la fragilitat humana com una parte essencial de l'existència. Els dibuixos i pintures d'en Marcel fan companyia per això mateix, perquè són essencial. Potser és això el que l'Art ens aporta: aquells moments de vida captats en un gest, en una forma, en un color."

Ambas obras son una invitación irresistible al disfrute de un bello momento de paz entre la poesía y el arte.


viernes, 21 de octubre de 2011

Sándor Márai: La gaviota

Novela publicada en 1943. Hungría. Segunda Guerra Mundial. Un alto funcionario de la administración recibe la visita de una joven extranjera que le impresiona y le perturba, pues se parece muchísimo a su amante muerta años atrás. Es como si otro ser hubiera adoptado el cuerpo de la mujer muerta y regresara de la tumba. Se trata de una joven maestra finlandesa que busca un empleo y necesita una recomendación.
Atrapado por la sorpresa y el misterio de tanto parecido, invita a al a ópera aquella misma noche a la joven Aino Laine, de poético nombre, pues significa Única Ola. La belleza de la joven, su elegancia, su inteligencia, su dominio de varios idiomas le subyugan. De camino, se asoman a un puente sobre el Danubio y contemplan las gaviotas durante unos momentos. Al salir de la ópera, él la invita a su casa y allí prosiguen el diálogo que han iniciado nada más romper el hielo en el encuentro de la mañana.
Al leer a Sándor Márai se toma conciencia de estar ante ante la Literatura y no ante la vida, ante un objeto de arte cuyo fin es la belleza y  la creación de significado. Digamos que el arte ayuda a entender la vida. En este caso, la prosa magistral de Márai, densa, modulada, rica, proyecta su luz sobre aspectos de las almas de los personajes. Conduce nuestra mirada hacia percepciones o hacia temas que quizá estaban latentes en nuestra conciencia esperando un resquicio para revelarse: el amor como destino; los hechos de la vida de cada persona como algo que es parte de un plan que alguien ha trazado en algún lugar; las semejanzas físicas entre seres humanos, algo así como el “doble”… Multitud de temas discurren al hilo de los diálogos entre los dos personajes  y de las reflexiones del funcionario húngaro. Estas digresiones vienen a ser como breves fragmentos de ensayos entretejidos en la acción y en el diálogo. En ellos se sumerge el lector sin darse cuenta, pues todo es parte del punto de vista del personaje. En un largo parlamento, hacia el final de la novela, el funcionario le dice a la joven:
“Yo amé a una persona, lo cual también constituye un hecho. Y ahora de repente comprendo que más allá de las citas neuróticas que los creadores de noticias, películas y novelas definen como amor, entre el hombre y la mujer existe realmente algo fatal, irrepetible e inevitable, algo personal, algo que queda por encima de este mundo y de la tumba. Por ejemplo, si esta noche bebiera cianuro (una idea descabellada, lo sé) no cambiaría las leyes ni solucionaría nada. Algo me obligaría a salir de la tumba para amarte, mejor dicho, para amar a la persona que tú eres ahora, más allá de la vida terrenal y la tumba. ¿Estás de acuerdo? Me alegra que me escuches con calma y que no protestes cuando trato de comprender (con al experiencia de mi trabajo a mis espaldas) las consecuencias de los hechos. Los astrólogos, que hoy en día no llevan un capirote en la cabeza y en su mayoría no son más que diligentes matemáticos, afirman que hay tres hechos que el libre albedrío del hombre no puede cambiar: el nacimiento, la muerte y el amor… Estos tres hechos son más poderosos que cualquier fuerza y voluntad humanas. Porque hay parejas, Aino Laine, dos personas arrastradas en el espacio una hacia la otra por una única ola, que no pueden evitar encontrarse, no son capaces de escapar la una de la otra ,ni yendo al norte o al oeste, y tampoco a la India o a la tumba… Deben regresar en el espacio y el tiempo para reunirse.”
Las meditaciones a las que se entrega el hombre, motivadas por la impresión que le ha producido el encuentro con Aino Laine, le llevan a evocar a su amante muerta, la relación de amor que mantuvo con ella  y  las circunstancias de su suicidio. Del  contraste constante de las dos mujeres surge una semejanza tras otra, a pesar de que la joven finlandesa aparece siempre envuelta en el misterio. Ambigua y un tanto misteriosa es también la figura del narrador protagonista, pues el lector nunca llega a saber muy bien en qué consiste exactamente la importante orden que acaba de cursar nada más empezar la historia.

 El hombre se siente temeroso, desconfiado e intrigado por este inesperado encuentro. La trama circula por dos vías, la del pasado en relación con la mujer muerta y la del presente del encuentro con Aino Laine, hasta confluir en un punto en que después de una larga serie de digresiones en las que se entrelazan diversos temas, todos ellos relativos en el fondo al misterio y al sentido de la existencia humana y sus circunstancias, la acción se resuelve sobre el terreno del misterio y la ambigüedad, como misterioso, ambiguo y subjetivo es el tema del destino.
La historia del funcionario y de la joven  Aino Laine tiene como trasfondo la Segunda Guerra Mundial. Ambos personajes se ven afectados por ella en mayor o menor medida. Es algo que no pueden obviar porque su situación es también fruto de esta guerra. Hallamos en la novela retazos de la imagen de un mundo que se quebró y desapareció para siempre. Sin duda Sándor Márai debió de vivir con ansiedad y angustia esta etapa turbulenta de la historia de Europa. Me impresionó la forma en que Aino Laine describe el derrumbe a causa de las bombas de la casa donde vivía con su familia:
La única casa del mundo donde sabía lo que había en cada cajón; en el salón, junto a la chimenea, estaba el sillón en que murió mi abuela, el mismo en que solía sentarse mi padre a leer por las noches, cuando volvía de trabajar. Había muchas cosas en aquella casa. Por ejemplo, un cuarto desde donde se veía el mar, los veleros: era mi habitación. Y todo lo que hay en una casa donde han vivido abuelos, padres e hijos. Allí nací y allí por poco muero, pues nos quedamos atrapados en el sótano y el humo nos asfixiaba. Aquello era la realidad. Y el que no lo haya vivido, el que no haya experimentado lo que se siente en un sótano, cuando a uno se le viene la casa encima y todo lo que ha formado parte de la vida familiar, todo lo que significa la niñez, queda reducido a cenizas, tal vez no sepa del todo lo que es esta guerra.”
A medida que se avanza en la lectura y se acerca el final, todo confluye, nada es dejado al azar, todo encaja, igual que encajan todos los hechos que se producen para que se cumpla un destino. Reaparece el símbolo de la gaviota,  ave que representa tanto la libertad como la fuerza de la vida que late bajo las apariencias.
Sin embargo, el final de la novela no es explícito, el narrador nos obliga a leer entre líneas, a deducir, a suponer e imaginar. Nada se dice claramente. En mi opinión se trata de una novela poética y a la vez de reflexión, como otras de Sándor Márai, quien gusta de entrelazar acción, introspección psicológica de los personajes y reflexiones existenciales. Ello no le resta tensión narrativa. A mí me absorbió desde las primeras páginas. Me ha gustado ese juego con la insinuación y el misterio.

domingo, 16 de octubre de 2011

Irène Némirovsky: Nieve en otoño

Tenía pendiente el comentario de esta novela, pues entre una cosa y otra me estoy dedicando ahora a varios libros a la vez y no acababa de encontrar el momento. Leí Nieve en otoño en una tarde, prácticamente. Novela corta, pero densa de contenido. Con un estilo literario conciso, ajustado, en el que se percibe la influencia de su admirado Chéjov, Irène Némirovsky nos transporta a la Rusia revolucionaria, de donde muchas familias acomodadas tuvieron que exiliarse.
La nieve de otoño es el elemento evocador de lo perdido para Tatiana Ivanovna, la anciana sirvienta de la familia Karin, el cordón umbilical que la vincula con Rusia, su mundo, desde su exilio en París.   Tatiana Ivanovna, que ha criado varias generaciones de los Karin, permanece en la casa durante una temporada después de que en enero de 1918 los señores se marchen.  La familia lo ha perdido todo: propiedades, posición social, organización familiar, costumbres… Incluso la propia familia no se halla al completo, pues Kiril y Yuri marcharon  al combate a luchar contra los revolucionarios.
Un día Tatiana Ivanovna decide seguir el camino de sus señores y, con las joyas de la señora cosidas en el dobladillo de su falda, emprende viaje a  Odesa, donde la familia malvive:
“Los Karin jamás olvidarían el instante en que abrieron la puerta y la vieron, apurada pero serena, con el hatillo al hombro y los diamantes golpeándole las cansadas piernas; tampoco olvidarían su pálido rostro, que parecía haberse quedado exangüe, ni su voz al anunciarles la muerte de Yuri.
Vivían en el barrio del puerto, en una habitación oscura, con sacos de patatas colgados de las ventanas para amortiguar el impacto de las balas. Yelena Vasílievna estaba acostada en un jergón extendido en el suelo y Lulú y Andréi jugaban a las cartas a la luz del infiernillo, donde se consumían tres trozos de carbón. Había empezado el frío, y el viento penetraba por los cristales rotos.”
Después de Odesa, en 1920, los Karin logran llegar a Constantinopla y desde allí a Marsella. Sin apenas nada, con los recursos ya agotándose, paran en un hotel, haciendo un alto en el camino e intentando con todas sus fuerzas respirar el aire de la libertad. A comienzos del verano llegan a París y alquilan un pequeño piso, pobre y oscuro, donde la vida es miserable y llena de estrecheces. Viven al revés, enclaustrados de día en la casa cerrada para evitar olores y ruidos intolerables. No obstante, París brinda a los Karin la posibilidad de mantener un cierto contacto con la vida, de realizar actividades y salidas algo gratificantes y satisfactorias. Digamos que para ellos la vida sigue, aunque no sea de lo mejor.
La vida en París es para Tatiana Ivanovna el verdadero envejecimiento, un proceso de consunción lejos de Rusia, de la tierra y el clima que ella en verdad ama y añora desesperadamente, pero sobre todo lejos de su sistema de vida y de sus creencias personales y sociales. En Rusia era querida y respetada, tenía una posición en la familia de sus señores. Ahora se ha convertido en una mujer vieja que ni es comprendida ni comprende a los jóvenes, que se aferran a los breves placeres que pueden arañar de vez en cuando, que les hacen sentirse vivos. La joven Lulú le reprocha su actitud vigilante y moralista:
"- ¿Puede saberse qué te pasa? Todas las noches la misma cantinela –dijo al fin con la voz enronquecida por el vino y el tabaco, pero tranquila-. ¿Y en Odesa, Dios mío? ¿Y en el barco? ¿No te diste cuenta de nada?
-  Qué vergüenza… -murmuró la anciana entre asqueada y dolida-. ¡Qué vergüenza! Tus padres, que duermen ahí al lado...
- ¿Y qué? ¿Acaso te has vuelto loca? No hacemos daño a nadie. Bebemos un poco y nos besamos, ¿qué tiene de malo? ¿Crees que mis padres no hacían lo mismo cuando eran jóvenes?
- No, hija.
- ¿Ah, eso piensas?”
Llega el otoño. Tatiana va encerrándose cada vez más en sí misma, aislada del entorno y de todos. Se pasa las horas muertas viendo caer la lluvia tras los cristales sin comprender nada de la forma de vida de los parisienses:
“¿Cómo podían vivir encerrados en aquellas casas oscuras? ¿Cuándo llegaría la nieve?”
La nieve que no llega y su añoranza y su soledad crecen día a día. La desesperanza se apodera de Tatiana Ivanovna.
“Aquellos techos bajos la asfixiaban. Karinovka… La gran mansión, con sus enormes ventanales, por los que el aire y la luz penetraban a raudales, sus terrazas, sus salones, sus galerías, donde las noches de fiesta se acomodaban holgadamente cincuenta músicos… Recordó la Nochebuena en que Kiril y Yuri se habían ido. Aún creía estar oyendo el vals que habían tocado esa velada. Habían pasado cuatro años. Le parecía estar viendo las columnas, relucientes de hielo bajo la luna. “Si no fuera tan vieja –pensó-, me pondría en caminode buena gana. Pero no sería lo mismo…”
-  No, no sería lo mismo –murmuró. La nieve… Cuando viera nevar, todo habría acabado. Se olvidaría de todo. Se tumbaría y cerraría los ojos para siempre-. ¿Viviré hasta entonces? –musitó.”
Nieve en otoño es algo más que una novela centrada en el desarraigo y la inadaptación. A pesar de su brevedad, con pocas pinceladas entretejidas en los diálogos entre los personajes, asistimos a la destrucción de un sistema de vida, el de los terratenientes rusos, familias ricas, con servidumbre que hasta entonces no se había rebelado contra esta situación, que la aceptaba de buen grado porque sentía que tenía un lugar en estas familias. Como contrapunto, el trasfondo de la revolución, la quema de casas, las gentes con el odio y el deseo de venganza a flor de piel. La historia de los Karin, con la figura de Tatiana Ivanovna en primer plano, puede ser representativa de una época, pero son la fuerza y la pureza del estilo, la economía de medios con que opera la autora los elementos que, en mi opinión, convierten este breve relato en una obra emotiva e inolvidable, impregnada de humanidad, intemporal en la medida en que son intemporales las grandes obras de la Literatura.                                                                        

sábado, 8 de octubre de 2011

Poema del mes: Rosalía de Castro

Me propuse lo del poema del mes para dedicar un ratito especial a los poetas y a los poemas que me gustan. Disfrutar del placer de escoger algunos libros, hojearlos, releer ciertos poemas o entrar en otros por primera vez… Lo cierto es que la cosa me lleva bastante tiempo, pues voy de aquí para allá sin darme cuenta:  ahora un poema, ahora otro, y a ver este poeta, o el de más allá… Y a todo eso, dudas, interpretaciones, búsqueda de información para algunos casos…
Mi deseo es que el poema sea una invitación a la lectura y que si os gusta el texto, ese pequeño placer vaya unido al gusanillo de leer más o de saber más. Cada poeta y cada poema, me parece a mí, tienen su día y su momento. No siempre apetece lo mismo, ni siempre un texto concreto produce la misma impresión. El azar y la curiosidad juegan sin duda un importante papel, y ¿qué decir del estado de ánimo?

¿Por qué he pensado hoy en Rosalía de Castro? Al mirar entre los libros de poesía, he visto En las orillas del Sar. Y como siento una inclinación especial por el Romanticismo y por el Simbolismo, me gustan sus poemas, aunque estén tan teñidos de tristeza, melancolía y desesperanza.
El que he escogido hoy me gusta por su atmósfera de misterio.
Del antiguo camino a lo largo,
ya un pinar, ya una fuente aparece,
que brotando en la peña musgosa
con estrépito al valle desciende.
Y brillando del sol a los rayos
entre un mar de verdura se pierden,
dividiéndose en limpios arroyos
que dan vida a las flores silvestres
y en el Sar se confunden, el río
que cual niño que plácido duerme,
reflejando el azul de los cielos,
lento corre en la fronda a esconderse.

No lejos, en soto profundo de robles,
en donde el silencio sus alas extiende,
y da abrigo a los genios propicios,
a nuestras viviendas y asilos campestres,
siempre allí, cuando evoco mis sombras,
o las llamo, respóndenme y vienen.
El clásico lugar ameno adquiere un aire diferente. Lo misterioso,  lo sombrío, la alusión al más allá, tan del gusto romántico, configuran un paisaje mental oscuro y enigmático. ¿Quiénes son las sombras de Rosalía?
La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes dedica a Rosalía de Castro una de sus páginas de autor. Allí están sus obras completas y los magníficos y clarificadores estudios de la profesora Marina Mayoral.