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viernes, 21 de octubre de 2011

Sándor Márai: La gaviota

Novela publicada en 1943. Hungría. Segunda Guerra Mundial. Un alto funcionario de la administración recibe la visita de una joven extranjera que le impresiona y le perturba, pues se parece muchísimo a su amante muerta años atrás. Es como si otro ser hubiera adoptado el cuerpo de la mujer muerta y regresara de la tumba. Se trata de una joven maestra finlandesa que busca un empleo y necesita una recomendación.
Atrapado por la sorpresa y el misterio de tanto parecido, invita a al a ópera aquella misma noche a la joven Aino Laine, de poético nombre, pues significa Única Ola. La belleza de la joven, su elegancia, su inteligencia, su dominio de varios idiomas le subyugan. De camino, se asoman a un puente sobre el Danubio y contemplan las gaviotas durante unos momentos. Al salir de la ópera, él la invita a su casa y allí prosiguen el diálogo que han iniciado nada más romper el hielo en el encuentro de la mañana.
Al leer a Sándor Márai se toma conciencia de estar ante ante la Literatura y no ante la vida, ante un objeto de arte cuyo fin es la belleza y  la creación de significado. Digamos que el arte ayuda a entender la vida. En este caso, la prosa magistral de Márai, densa, modulada, rica, proyecta su luz sobre aspectos de las almas de los personajes. Conduce nuestra mirada hacia percepciones o hacia temas que quizá estaban latentes en nuestra conciencia esperando un resquicio para revelarse: el amor como destino; los hechos de la vida de cada persona como algo que es parte de un plan que alguien ha trazado en algún lugar; las semejanzas físicas entre seres humanos, algo así como el “doble”… Multitud de temas discurren al hilo de los diálogos entre los dos personajes  y de las reflexiones del funcionario húngaro. Estas digresiones vienen a ser como breves fragmentos de ensayos entretejidos en la acción y en el diálogo. En ellos se sumerge el lector sin darse cuenta, pues todo es parte del punto de vista del personaje. En un largo parlamento, hacia el final de la novela, el funcionario le dice a la joven:
“Yo amé a una persona, lo cual también constituye un hecho. Y ahora de repente comprendo que más allá de las citas neuróticas que los creadores de noticias, películas y novelas definen como amor, entre el hombre y la mujer existe realmente algo fatal, irrepetible e inevitable, algo personal, algo que queda por encima de este mundo y de la tumba. Por ejemplo, si esta noche bebiera cianuro (una idea descabellada, lo sé) no cambiaría las leyes ni solucionaría nada. Algo me obligaría a salir de la tumba para amarte, mejor dicho, para amar a la persona que tú eres ahora, más allá de la vida terrenal y la tumba. ¿Estás de acuerdo? Me alegra que me escuches con calma y que no protestes cuando trato de comprender (con al experiencia de mi trabajo a mis espaldas) las consecuencias de los hechos. Los astrólogos, que hoy en día no llevan un capirote en la cabeza y en su mayoría no son más que diligentes matemáticos, afirman que hay tres hechos que el libre albedrío del hombre no puede cambiar: el nacimiento, la muerte y el amor… Estos tres hechos son más poderosos que cualquier fuerza y voluntad humanas. Porque hay parejas, Aino Laine, dos personas arrastradas en el espacio una hacia la otra por una única ola, que no pueden evitar encontrarse, no son capaces de escapar la una de la otra ,ni yendo al norte o al oeste, y tampoco a la India o a la tumba… Deben regresar en el espacio y el tiempo para reunirse.”
Las meditaciones a las que se entrega el hombre, motivadas por la impresión que le ha producido el encuentro con Aino Laine, le llevan a evocar a su amante muerta, la relación de amor que mantuvo con ella  y  las circunstancias de su suicidio. Del  contraste constante de las dos mujeres surge una semejanza tras otra, a pesar de que la joven finlandesa aparece siempre envuelta en el misterio. Ambigua y un tanto misteriosa es también la figura del narrador protagonista, pues el lector nunca llega a saber muy bien en qué consiste exactamente la importante orden que acaba de cursar nada más empezar la historia.

 El hombre se siente temeroso, desconfiado e intrigado por este inesperado encuentro. La trama circula por dos vías, la del pasado en relación con la mujer muerta y la del presente del encuentro con Aino Laine, hasta confluir en un punto en que después de una larga serie de digresiones en las que se entrelazan diversos temas, todos ellos relativos en el fondo al misterio y al sentido de la existencia humana y sus circunstancias, la acción se resuelve sobre el terreno del misterio y la ambigüedad, como misterioso, ambiguo y subjetivo es el tema del destino.
La historia del funcionario y de la joven  Aino Laine tiene como trasfondo la Segunda Guerra Mundial. Ambos personajes se ven afectados por ella en mayor o menor medida. Es algo que no pueden obviar porque su situación es también fruto de esta guerra. Hallamos en la novela retazos de la imagen de un mundo que se quebró y desapareció para siempre. Sin duda Sándor Márai debió de vivir con ansiedad y angustia esta etapa turbulenta de la historia de Europa. Me impresionó la forma en que Aino Laine describe el derrumbe a causa de las bombas de la casa donde vivía con su familia:
La única casa del mundo donde sabía lo que había en cada cajón; en el salón, junto a la chimenea, estaba el sillón en que murió mi abuela, el mismo en que solía sentarse mi padre a leer por las noches, cuando volvía de trabajar. Había muchas cosas en aquella casa. Por ejemplo, un cuarto desde donde se veía el mar, los veleros: era mi habitación. Y todo lo que hay en una casa donde han vivido abuelos, padres e hijos. Allí nací y allí por poco muero, pues nos quedamos atrapados en el sótano y el humo nos asfixiaba. Aquello era la realidad. Y el que no lo haya vivido, el que no haya experimentado lo que se siente en un sótano, cuando a uno se le viene la casa encima y todo lo que ha formado parte de la vida familiar, todo lo que significa la niñez, queda reducido a cenizas, tal vez no sepa del todo lo que es esta guerra.”
A medida que se avanza en la lectura y se acerca el final, todo confluye, nada es dejado al azar, todo encaja, igual que encajan todos los hechos que se producen para que se cumpla un destino. Reaparece el símbolo de la gaviota,  ave que representa tanto la libertad como la fuerza de la vida que late bajo las apariencias.
Sin embargo, el final de la novela no es explícito, el narrador nos obliga a leer entre líneas, a deducir, a suponer e imaginar. Nada se dice claramente. En mi opinión se trata de una novela poética y a la vez de reflexión, como otras de Sándor Márai, quien gusta de entrelazar acción, introspección psicológica de los personajes y reflexiones existenciales. Ello no le resta tensión narrativa. A mí me absorbió desde las primeras páginas. Me ha gustado ese juego con la insinuación y el misterio.

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