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domingo, 6 de noviembre de 2011

Literatura comparada: una carta de Pedro Salinas

La idealización de la realidad -tema que Pedro Salinas analiza a fondo en su estudio sobre la poesía de Garcilaso de la Vega, poeta con el que sentía una gran afinidad-, se  materializa de una forma deliciosamente divertida en la carta que escribió a Katherine Whitmore  desde Santander el 30 de enero de 1933. Evidentemente, se trata de la carta de un hombre  para quien literatura y vida no tienen fronteras, son una misma cosa. En ella, la expresión de su amor y admiración por la belleza de la mujer que ama queda envuelta en los ecos del amor idealizado que don Quijote sentía por Dulcinea, “la sin par Dulcinea”. Cuando leí esta carta me vino a la mente  el capítulo cuarto de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, donde dice así don Quijote:
“- Bien te puedes llamar dichosa sobre cuantas hoy viven en la tierra, ¡oh sobre las bellas bella Dulcinea del Toboso!, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad e talante a un tan valiente y tan nombrado caballero como lo es y será don Quijote de la Mancha.”
Momentos después se enfrenta con unos mercaderes exigiéndoles el reconocimiento de la belleza de su dama:
“- Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la Emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso.”
Lo más de lo más. Lo que Katherine Whitmore fue también para el poeta. En su carta le comenta la sensación que le producen algunas de sus obligaciones profesionales, cuya importancia e interés quedan relegados a un segundo plano, porque para él lo más valioso y esencial es ella. Es en la expresión de esa esencialidad donde podemos reconocer esos ecos cervantinos, en los títulos que medio en broma y medio en serio otorga a su dama. Así como Dulcinea es Emperatriz de la Mancha, lugar real para don Quijote, Salinas concede a Katherine Whitmore títulos de importancia parecida, que aluden a lugares significativos en su biografía amorosa.
“[…] Estaré todo el día entre ese elemento odioso llamado las autoridades y que denota lo fácil que es gobernar un país cuando se deja regir por semejantes idiotas. De lejos le parece a uno, al cándido vulgo, que su gobernador, su alcalde, son seres infinitamente sabios y capaces, alumbrados de todas las virtudes. De cerca se ve que son pobres gentes mediocres abrumadas por un nombre. No es mi género. Prefiero cien veces la gente del pueblo, no adulterara, ignorante, espontánea, si tiene finura natural, a estos pseudo-todo: pseudo intelectuales, pseudo educados, pseudo gobernantes. Nunca escogeré mis amigos ni mis compañías por el lugar social ni por el renombre. No colecciono tipos del Who’s Who. Yo tengo el mío. Mi almanaque Gotha. Y en la primera página está el retrato de Her Mayesty Katherine Reding, con una larga serie de títulos [con] que yo la he discernido: Emperatriz del Atlántico, Presidenta de la República de Northampton, Gran Duquesa de Kansas, Princesa de Monte Esquinza, fundadora de Toledo, de Alicante, de Tarragona y Barcelona, restauradora de Madrid, Papisa, in partis infidelibus, de Santander, Sirena Mayor del Mediterráneo, descubridora del Peñón, monarca de las Amazonas mecánicas (vulgo automovilista), benefactora de Smith College y otras instituciones de enseñanza que ha honrado con su presencia, estrella fugaz del curso de Madrid, representante auténtica de la Mitología y la Fábula en el mundo de hoy, marquesa de Bremen, condesa de Majestic, baronesa de Aquitania, poseedora en exclusiva a perpetuidad con patente para América y España de los ojos más bonitos, de la boca más bonita, del cuerpo más bonito, del alma más bonita, y del hombre más tonto (que suscribe y se honra con este título) del mundo. ¿Qué te parece la primera página de mi Who’s Who? Aún queda más. Y luego, dejo cien páginas en blanco para guardar la debida distancia entre tú, los demás, y aislar a tan gran dama de toda proximidad o cercanía con lo humano lateral. ¡Pero qué de bobadas te estoy diciendo, darling mía! Qué modo de empezar un día oficial. ¡Si lo supieran todos estos tipos que se creen importantes y que me tendrán por un señor formal! No saben que tengo mi alegría nueva, mi gozo oculto, mi vacación interior, mi juego, mi divino juego, el más serio de todos y el más jubiloso de todos, mi amor a ti, todo, tu 
                                                                                                                                                                  Pedro"
[Pedro Salinas, Cartas a Katherine Whitmore. Tusquets. Barcelona, 2002. Edición y prólogo de Enric Bou.]

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