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viernes, 12 de abril de 2013

Poesía y cocina: Alfonso Canales y Pablo Neruda

¡Por fin tengo un momento para sentarme y escribir tranquilamente! Debo agradecerlo, entre otras cosas, a que el día es ahora más largo y cunde más, a que es viernes y a que solo por hoy, y quizá el domingo si me lo monto bien, no tengo deberes del cole. Tal vez mi mente estaba limpia de tensiones o ajetreos y por eso he pensado en esos bonitos poemas que recogen temas gastronómicos y elevan al nivel de la poesía platos que ya de por sí son una delicia. Me refiero a los versos de Neruda ensalzando el caldillo de congrio y a los de Alfonso Canales  dedicados al ajoblanco.

Pronto tendremos aquí el calor de verdad, y entonces es más apetecible que nunca una sopa fría, refescante, en la que dulce y salado se potencian mutuamente. A mí me encantan estos contrastes y el ajoblanco, desde que lo probé, es uno de mis platos preferidos en cuanto empieza el calor.

Foto de diariosur.es

El poema de Alfonso Canales (Málaga, 1923-2010), titulado El ajoblanco, nos da la receta con todos los ingredientes y el procedimiento bien claro.

EL AJOBLANCO

Pon veinte almendras mondadas
Y cuatro dientes de ajo,
Añádele el agasao
De unas migas asentadas
De pan de hogaza, empapadas
En agua clara. Mas luego,
Entrégate al dulce juego
De majar, lubrificando
Con óleo virgen. Y cuando
Encuentre la pasta apego,
Pon sal y agua de alcazarra
Y pon vinagre de vino,
Batiendo hasta hacer un fino
Licor que todo lo enlaza.
Al producto dale plaza
En cuenco, a mesa y mantel
-éste de lino, y aquél
de fino barro o madera-
Después añada el que quiera
Dulce uva moscatel.

Lo mismo hace Pablo Neruda en su famosa Oda al caldillo de congrio. De la concisión de Alfonso Canales pasamos a las metáforas y a las hipérboles que insinúan sabores y texturas excelsos.

ODA AL CALDILLO DE CONGRIO

EN el mar
tormentoso
de Chile
vive el rosado congrio,
gigante anguila
de nevada carne.
Y en las ollas
chilenas,
en la costa,
nació el caldillo
grávido y suculento,
provechoso.
Lleven a la cocina
el congrio desollado,
su piel manchada cede
como un guante
y al descubierto queda
entonces
el racimo del mar,
el congrio tierno
reluce
ya desnudo,
preparado
para nuestro apetito.
Ahora
recoges
ajos,
acaricia primero
ese marfil
precioso,
huele
su fragancia iracunda,
entonces
deja el ajo picado
caer con la cebolla
y el tomate
hasta que la cebolla
tenga color de oro.
Mientras tanto
se cuecen
con el vapor
los regios
camarones marinos
y cuando ya llegaron
a su punto,
cuando cuajó el sabor
en una salsa
formada por el jugo
del océano
y por el agua clara
que desprendió la luz de la cebolla,
entonces
que entre el congrio
y se sumerja en gloria,
que en la olla
se aceite,
se contraiga y se impregne.
Ya sólo es necesario
dejar en el manjar
caer la crema
como una rosa espesa,
y al fuego
lentamente
entregar el tesoro
hasta que en el caldillo
se calienten
las esencias de Chile,
y a la mesa
lleguen recién casados
los sabores
del mar y de la tierra
para que en ese plato
tú conozcas el cielo.

Ambas recetas, de estilos  diferentes, son igual de apetitosas y atractivas. Es como para animarse a probar de preparar estos platos y sorprender a la familia y a los amigos con delicias tan poéticas.

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