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sábado, 1 de junio de 2013

Jack Kerouac: En la carretera

Como ya dije en una reseña anterior, tenía pendiente la lectura de En la carretera, de Jack Kerouac (1922-1969). Leí la novela antes de ver la película On the Road, que me decepcionó bastante.

En la carretera es un clásico de la literatura norteamericana del siglo XX. Se trata de una novela especial. Hay quienes se refieren a ella como una obra “de culto” por la devoción que ha ido despertando en muchos de sus lectores. Sin duda es esta la razón por la que figura entre las obras más emblemáticas de la literatura contemporánea: su contenido y su forma apuntan  hacia algo intrínsecamente humano e intemporal.

He leído la versión que publicó la Editorial Anagrama en 2009, En la carretera. El rollo mecanografiado original, traducida por Jesús Zulaika. El texto, editado por Howard Cunnell, presenta el contenido del rollo de papel de 36 metros sobre el que Kerouac mecanografió el texto de la novela a un espacio y sin puntos y aparte. La traducción española, basada en la edición de Howard Cunnell, respeta escrupulosamente el texto original excepto en la separación entre la narración y los diálogos, lo que sin duda facilita mucho la lectura.

Jack Kerouac escribió En la carretera en 1951, a los 29 años de edad. Empleó tres semanas en su redacción. En el rollo mecanográfico original figuran los nombres reales de los personajes, incluido el propio autor, cosa que no sucedía en anteriores ediciones, en las que aparecían con nombres ficticios. Se trata, por tanto, de una novela autobiográfica, que recoge los viajes que a través de Estados Unidos realizó Jack Kerouac solo o en compañía de  otras personas, entre ellas su amigo Neal Cassady.

El argumento de la novela es el viaje, no un viaje en concreto, sino el concepto de viaje: lo que supone partir de casa, ligero de equipaje, con escaso dinero y emprender el camino, abierto a lo que este pueda ofrecer. El joven Jack relata  las experiencias  vividas, solo o en compañía,  lo largo de los tres viajes que le llevaron a cruzar los Estados Unidos. Desfilan por ella numerosos personajes con sus nombres reales, al igual que el autor. Destaca entre todos la figura de Neal Cassady, gran amigo de Kerouac. Este personaje curioso, polifacético y versátil, hombre complicado, sin duda, es el contrapunto frecuente de Jack.

Amistad, mujeres, amores, fiesta, bebida, música, trabajo, vagabundeo, contemplación, estilos de vida, paisajes… todo ello filtrado por la mirada joven del narrador protagonista, un hombre que se siente feliz en el camino, en la libertad, en el cambio y en  la novedad continua que el viaje propicia. Más que los personajes o el argumento, lo realmente importante en esta novela es la metáfora que encierra: la vida como camino, imagen poética clásica donde las haya.

¿Cómo no recordar Ítaca, el bello poema de Kavafis?

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

(C. P. Cavafis. Antología poética. Alianza Editorial, Madrid 1999. Edición y traducción, Pedro Bárdenas de la Peña)

Al rollo mecanografiado le falta el final, pero me parece que no importa demasiado. Hacia el final del relato, los jóvenes viajeros emprenden un viaje a México. La ruta seguida a través del país, las peripecias y experiencias vividas, el ambiente… todo tiene aroma de paraíso, de lugar ideal, natural y algo salvaje, tan distinto de Estados Unidos.

Me encantó la novela. Kerouac es un magnífico y ameno narrador que sabe mantener el interés y la tensión, las ganas de seguir leyendo. Su lenguaje sobrio, directo y coloquial posee toda la apariencia de algo no muy elaborado. Nada más lejos de la realidad. Es un lenguaje esencial y preciso, rico en registros y matices. Argumento y estructura se potencian mutuamente. Si la vida es viaje, si lo que importa es el camino, el relato no puede ser otra cosa que un continuo de anécdotas, episodios, planes, reflexiones, encuentros… El final, como el fin de cada vida humana, no es sino un corte, un fundido en negro. Pero En la carretera es literatura, de ahí ese paraíso mexicano donde recalan los jóvenes viajeros para correrse una juerga monumental en la que se lo pasan bomba.

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