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sábado, 15 de noviembre de 2014

Entrevista a Javier Cercas sobre su última novela El impostor

 Todavía no he tenido ocasión de leer la última novela de Javier Cercas, El impostor, pero la entrevista que publica hoy el suplemento Babelia de El País no tiene desperdicio y es una invitación a la lectura ya. Por eso adjunto el enlace, para que el lector interesado en saber algo más de esta nueva obra de Cercas pueda hacerse una idea  bastante clara de los temas tratados y de las opiniones  del autor acerca de diversos temas relacionados con ella. 

domingo, 10 de agosto de 2014

Poema del mes. Agosto: Eloy Sánchez Rosillo

Vuelvo una y otra vez a la poesía de Eloy Sánchez Rosillo. Definitivamente, es uno de mis poetas más queridos. En cada relectura descubro nuevos sentidos, imágenes, textos bellísimos que apuntan como flechas certeras al corazón de la vida, textos que a veces me reconcilian con el mundo o que, regalos valiosísimos, me brindan nuevas perspectivas sobre el oficio de vivir.

Otras veces, lo que sus versos me dan es la posibilidad de descubrir lo que ama este poeta, las cosas que le gustan, sus recuerdos más queridos, lo que le inspira o despierta su nostalgia... ¡Tantas cosas!  Eloy Sánchez Rosillo ama el verano, la luz, el calor, los árboles, las aves y… la luna llena.

Hay en su obra continuas referencias a la luna, vista siempre como un ser amable y benéfico que derrama sobre el mundo su hermosa luz. Precisamente en el libro Oír la luz, podemos leer este bonito poema que transcribo a continuación en esta noche de luna llena.

LUNA DE AGOSTO

Es tanta la belleza de la vida
que no disminuiría para mí su hermosura
si de pronto faltaran de la faz de la tierra
algunas de las cosas que más amo.

Pero qué triste un mundo en el que no
pudiera yo mirar la luna llena
sobre el mar del verano.

martes, 29 de julio de 2014

Poema del mes de julio. Literatura comparada: la muerte de los niños en Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado

La figura de los niños en la poesía no siempre tiene tintes idílicos o lúdicos. A veces los autores destacan las facetas más duras, como el dolor, la soledad o la indefensión. William Blake, por ejemplo, trató el tema de la explotación infantil en los poemas dedicados a los pequeños deshollinadores,  pertenecientes a  Songs of Innocence and of Experience. Otras veces será la muerte de un niño la idea central de la composición. La muerte de un niño es la de un ser humano, tenga este la edad que sea, pero lo infantil va unido en nuestra sensibilidad a lo tierno y lo frágil y por esta razón nos impacta más. La vida de un niño es una vida por vivir, inocente aún. El niño inspira simpatía y cariño y cualquier persona sensible es consciente de la indefensión en que se halla por su tierna edad y por su falta de experiencia de la vida.

En este sentido, hay dos poemas que siempre que siempre me impresionan hondamente: La carbonerilla quemada, de Juan R. Jiménez y La muerte del niño herido, de Antonio Machado. Ambos transmiten un profundo sentido trágico y un sentimiento de dolor por la injusta muerte de dos criaturas inocentes.

 La carbonerilla quemada, poema que figura en la Segunda antolojía poética (1898-1918), pertenece a la obra Historias (1908-1912). Siguiendo la tradicional clasificación de la obra de Juan R. Jiménez en tres etapas, situaríamos este poema en la primera época o sensitiva, que abarca los poemas compuestos entre 1898 y 1915. La muerte del niño herido, de Antonio Machado forma parte de las Poesías de la guerra, compuestas entre 1936 y 1939.

En el poema de Juan R. Jiménez la imagen poética y la personificación trazan el dramático cuadro de la tragedia: se produce un incendio y la carbonerilla resulta malherida, medio abrasada. El leve esbozo argumental destaca la indefensión y la soledad de la niña ante la ausencia de la madre, a la que llama en vano desesperadamente y que no puede socorrerla a tiempo.

LA CARBONERILLA QUEMADA

En la siesta de julio, ascua violenta y ciega,                        
prendió el horno las ropas de la niña. La arena                
quemaba cual con fiebre; dolían las cigarras;                    
el cielo era igual que de plata calcinada.                              
...Con la tarde, volvió -¡anda, potro!- la madre.                              
El pinar se reía. El cielo era de esmalte                 
violeta. La brisa renovaba la vida...                        
La niña, rosa y negra, moría en carne viva.                         
Todo le lastimaba. El roce de los besos,                              
el roce de los ojos, el aire alegre y bello:                            
-«Mare, me jeché arena zobre la quemaúra.                   
Te yamé, te yamé dejde er camino... ¡Nunca                   
ejtubo ejto tan zolo! Laj yama me comían,                        
mare, yo te yamaba, y tú nunca benía!»             
Por el camino -¡largo!- sobre el potrillo rojo,                    
murió la niña. Abiertos, espantados, sus ojos                  
eran como raíces secas de las estrellas.                              
La brisa jugueteaba, ensombrecida y fresca.                    
Corría el agua por el lado del camino.                   
Ondulaba la yerba. Trotaban los pollinos,                           
oyendo ya los gritos de los niños del pueblo...                 
Dios estaba bañándose en su azul de luceros.

En estilo directo, la voz de la niña quemada hablándole a su madre cuando regresa, expresa el horror de la soledad más radical ante el dolor causado por las quemaduras. La pequeña carbonerilla fallece por el camino. Desolación. La brisa fresca, el agua, la hierba, las voces de los niños del pueblo son el contrapunto de la vida frente a la muerte.

El último verso, demoledor, evidencia el abandono de la niña víctima del fuego: Dios no se ocupó de ella, “estaba bañándose en su azul de luceros.”

En cuanto a La muerte del niño herido, es, para mí,  la mejor composición del grupo Poesías de la guerra. Concentra una carga dramática sin igual con respecto a las otras. El niño del poema machadiano es cualquier niño herido en cualquiera de las muchas guerras que hay en el mundo. Los noticiarios nos muestran cada día imágenes terribles de niños heridos o muertos por la ciega violencia de los adultos.

 LA MUERTE DEL NIÑO HERIDO

Otra vez es la noche... Es el martillo
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!
—Duerme, hijo mío. Y la manita oprime
la madre, junto al lecho. —¡Oh flor de fuego!
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
fuera la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.
—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!

El niño delira en la noche por la fiebre, que le hace ver alucinaciones. El estilo directo, como en La carbonerilla quemada, potencia el dramatismo de la escena. La visión del niño -el pájaro amarillo y las mariposas negras y moradas- y las palabras dolientes de la madre nos dejan con el corazón encogido. La luna, ajena al drama, brilla con su luz blanca en la noche de guerra. El último verso, aquí también, dice lo irremediable: la fría muerte.

Este triste y bellísimo poema es más fuerte y más expresivo que cualquier alegato teórico en contra de las guerras.

 En resumen, y para terminar, nuestros dos poetas, al escoger el tema de la muerte de los niños, eligieron también contar con la figura de la madre como personaje antagónico que no puede impedir la muerte, tan solo sufrirla. Como recursos especialmente expresivos el estilo directo y el contraste entre el dolor que impregna las escenas y la impasibilidad de la divinidad y de la naturaleza.



martes, 8 de julio de 2014

Antonina Rodrigo: Mujeres de España. Las silenciadas

Ahora que estoy de vacaciones y tengo un poco más de tiempo, he estado recolocando libros, hojeándolos, mirándolos. Es el placer de reencontrarse con viejos y queridos amigos, como este libro que hoy comentaré brevemente. Hace muchos años que lo tengo. Lo compré en 1989. Lo leí entonces de un tirón y a lo largo de los años he ido releyendo algunos capítulos sueltos según me apetecía o en función de algún asunto que deseara recordar.

Hoy, al tenerlo otra vez en mis manos, he pensado que es una obra que merece que le dedique por lo menos un pequeño comentario a modo de homenaje no solo a la autora, sino también a las diecisiete mujeres españolas de las cuales Antonina Rodrigo traza un esbozo biográfico,  poniendo de relieve su carácter de pioneras, de avanzadas para su época, de luchadoras, de mujeres íntegras y valientes que contribuyeron a construir un ideal de igualdad y de libertad en medio de un clima muchas veces de incomprensión, sobre todo masculina en muchos casos. También tienen su reconocimiento aquellas otras mujeres que, a pesar de su valía y de su inteligencia, aceptaron quedarse en la sombra para que brillaran los hombres a quienes habían unido sus vidas.

La segunda parte del título, Las silenciadas, responde tanto al hecho de que después de la Guerra Civil (1936-1939) unas sufrieron el exilio exterior y otras el interior. Su voz fue silenciada. Incluso después de la muerte de Franco, exceptuando a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, auténtico mito y emblema, la gran mayoría de las protagonistas de este libro, no ocuparon el lugar que merecen en nuestra memoria y en nuestro reconocimiento. Han tenido que ser investigadores e historiadores como Antonina Rodrigo quienes rescataran del olvido estas figuras femeninas.

Antonina Rodrigo (Granada, 1935) publicó Mujeres de España. Las silenciadas en 1978, prologado por la escritora catalana Montserrat Roig. Yo tengo la hermosa y cuidada edición de Círculo de Lectores, que es de 1988. Unas palabras iniciales de la autora, “Para esta nueva edición”, destacan el papel de la memoria como herramienta reivindicativa de “Esas mujeres que un día constituyeron la vanguardia que erosionó convencionalismo y atavismos esterilizadores”.

Pero ¿quiénes fueron estas mujeres silenciadas? Después del espléndido prólogo de Montserrat Roig titulado “La recuperación de la palabra”, capítulo a capítulo, van desfilando ante el lector en este orden Dolores Ibárruri, La Pasionaria, María Goyri, María Blanchard, Victoria Kent, Antonia Mercé, La Argentina, Zenobia Camprubí, Margarita Xirgu, María de Maeztu, Federica Montseny, María Luz Morales, Margarita Nelken, María Teresa León, María Casares, Enriqueta Otero Blanco, Maruja Ruiz, Carmen Conde y Elena Quiroga. Una breve selección de fotografías ilustra los textos y nos ofrece una imagen precisa y definida de cada biografiada.

Diecisiete mujeres muy distintas, de diversa procedencia social, cultural y geográfica. Según Montserrat Roig, “La gran mayoría de esas mujeres han vivido el exilio exterior. El resto ha sido devorado por el canibalismo legal y religioso del franquismo. Nadie como las mujeres que se quedaron en España saben lo que significa el exilio interior. Mujeres doblemente colonizadas, como cuerpo y como mente. Exiliadas en su totalidad. Tratadas como subnormales por la ley franquista, que retrocedió siglos. Devueltas a la pura naturaleza, sublimadas como “madres”, relegadas a la cárcel dorada y sagrada del hogar donde, las más inteligentes o imaginativas, ahogaban suspiros de resentimiento o resignación”.

¿Qué podría decir de cada una en esta reseña que pretende ser breve? Os invito a leer esta obra que no tiene desperdicio, pues aúna el rigor y la documentación con la amenidad. Su carácter divulgativo va unido a una certera selección de datos, hechos y anécdotas, de tal manera que esas diecisiete mujeres dejan una honda impresión en el lector.

 A título de ejemplo, citaré el enfrentamiento que se produjo en el Parlamento en 1931, proclamada ya la Segunda República, entre Victoria Kent, del partido radical-socialista, y Clara Campoamor, del partido radical, en torno al sufragio femenino. El sufragio de la mujer era atacado por el partido radical-socialista, uno de los más progresistas. Victoria Kent se manifestaba contraria a que las mujeres ejercieran este derecho, porque según ella “la mujer había vivido hasta entonces de espaldas a los problemas comunes, relegada a las tareas del hogar, con excepción de un grupo minoritario, intelectual y obrero, y que concederle el voto sin la menor restricción podía constituir un serio peligro para el régimen republicano”. Era precisa una educación previa para contrarrestar el poder que la Iglesia tenía sobre la mujer española  en aquellos años. Clara Campoamor, por el contrario, defendía la posición opuesta: el sufragio femenino era el primer paso para la emancipación de la mujer y su incorporación a la vida política. Como colofón muy ilustrativo de la visión masculina de este debate, Manuel Azaña calificó en sus memorias este enfrentamiento verbal de las dos diputadas de “muy divertido”. ¡Nada menos!

Las mujeres hemos recorrido un largo camino hacia la igualdad. Pero no es todo el camino, esto lo sabemos bien. En el origen están estos diecisiete testimonios, diecisiete ejemplos de valor y de autenticidad. Diecisiete mujeres que merecen ser recordadas y valoradas. La actual posición de las mujeres en la sociedad y en la política española –en la que debe avanzarse muchísimo más- no ha surgido de la nada. La obra de Antonina Rodrigo nos lo recuerda.

martes, 1 de julio de 2014

Sobre un romance de Góngora: Amarrado al duro banco...

Góngora (Córdoba 1561-1627) ,como otros poetas del Siglo de Oro, cultivó el romance culto, que, manteniendo el estilo, las formas del romance popular anónimo y bastante de su espíritu, destaca por el cuidado de la forma, la atención a los detalles y por la sonoridad de la versificación.

 El romance, género literario nacido en el siglo XIV, ha llegado a convertirse en el transcurso de los siglos en el emblema de la poesía hispánica popular de todos los tiempos. Composición poética de carácter épico-lírico, aúna el relato de hechos o el apunte de una escena con la expresión de sentimientos o emociones o, incluso a veces sin expresarlos, los despierta en el oyente o lector. Entre la variadísima temática tratada por los romances viejos,  encontramos aquellos que se vinculan más directamente a la épica y a los hechos históricos cercanos en el tiempo a la época de su composición, como los noticieros, fronterizos y moriscos.

Como señalan Blanco Aguinaga, Rodríguez Puértolas y Zavala en la Historia social de la Literatura española (vol. I), los héroes del romancero anónimo son seres humanos inmersos en un mundo que a veces les es ajeno y hostil, ante el cual se encuentran solos en su lucha por sobrevivir. El mundo medieval ha quedado atrás, y la radical soledad del héroe no hará sino agudizarse en su camino hacia un destino trágico o hacia la frustración de sus deseos y esperanzas. La religión y la fe ya no constituyen un apoyo firme ni un amparo ante la adversidad.

Fiel a los temas y al espíritu del romancero popular, don Luis de Góngora pinta una escena llena de vida y emotividad que recrea el drama vivido por quienes tenían la desgracia de ser capturados por los turcos en el siglo XVI. El romance  Amarrado al duro banco de una galera turquesca aparece fechado en 1583 en las Obras completas de Góngora editadas por Aguilar en 1972 (recopilación, prólogo y notas de Juan e Isabel Mille y Giménez), al igual que el siguiente romance La desgracia del forzado. Se trata de dos composiciones inspiradas en hechos históricos relativamente cercanos a la vida del autor.

Amarrado al duro banco
De una galera turquesca,
Ambas manos en el remo
Y ambos ojos en la tierra,
Un forzado de Dragut
En la playa de Marbella
Se quejaba al ronco son
Del remo y de la cadena:
«¡Oh sagrado mar de España,
Famosa playa serena,
Teatro donde se han hecho
Cien mil navales tragedias!,
»Pues eres tú el mismo mar
Que con tus crecientes besas
Las murallas de mi patria,
Coronadas y soberbias,
»Tráeme nuevas de mi esposa,
Y dime si han sido ciertas
Las lágrimas y suspiros
Que me dice por sus letras;
»Porque si es verdad que llora
Mi captiverio en tu arena,
Bien puedes al mar del Sur
Vencer en lucientes perlas.
»Dame ya, sagrado mar,
A mis demandas respuesta,
Que bien puedes, si es verdad
Que las aguas tienen lengua,
»Pero, pues no me respondes,
Sin duda alguna que es muerta,
Aunque no lo debe ser,
Pues que vivo yo en su ausencia.
»¡Pues he vivido diez años
Sin libertad y sin ella,
Siempre al remo condenado
A nadie matarán penas!»
En esto se descubrieron
De la Religión seis velas,
Y el cómitre mandó usar
Al forzado de su fuerza.

Durante la segunda mitad del siglo XVI las costas españolas sufrieron graves incursiones de la armada otomana y de los corsarios berberiscos. En el contexto del enfrentamiento entre los Habsburgo y los Valois, Francia estableció una alianza con Turquía para tratar de defender sus intereses en el Mediterráneo frente a España. Turquía, por su parte, aprovechó esta alianza para servir sus propios intereses en el Mediterráneo occidental. Los otomanos hacían alarde de poder sembrando el terror, arrasando poblaciones costeras, como fue el caso de Ciutadella de Menorca en julio de 1558,  y capturando esclavos para obtener luego un rescate, utilizarlos como remeros en las galeras o llevarlos a Turquía como parte del botín. Derrotados en Lepanto en 1571, los otomanos desaparecen al fin del Mediterráneo occidental.

El personaje de nuestro romance es “un forzado de Dragut”. Dragut (1514 – 1565) – o Turgut Rais-, corsario del imperio otomano, inició su carrera con Barbarroja. Dirigió diversas operaciones contra las costas italianas y españolas hacia 1550, y en 1552 fue nombrado gran almirante. Por consiguiente, si nos atenemos a los datos biográficos de Dragut y a las palabras del protagonista del poema, podríamos situar la escena representada en el romance gongorino alrededor de veinte años antes de la composición del texto poético.

Las tristes palabras del forzado pintan un cuadro de desesperanza. Diez años esclavizado, remando en la galera, encadenado al banco, sobreviviendo en una soledad interior tan brutal que no tiene otro interlocutor que el “sagrado mar de España”, al que invoca pidiendo noticias de su esposa. El brusco final, como en los romances viejos,  potencia la carga emotiva del poema y muestra la situación sin salida en la que se halla el personaje: al divisar las naves cristianas que podrían liberarle, es obligado por el cómitre a remar con más fuerza para huir rápidamente. No hay salvación para él. Su bello parlamento es en realidad una reflexión existencial.

La maestría del gran poeta cordobés en el uso del lenguaje poético ha convertido este romance “de cautivo” en uno de los más bellos romances cultos de la literatura española, que, además, al igual que los tradicionales romances moriscos y fronterizos está inspirado en hechos históricos de la época del autor. Góngora, con su arte, recrea las formas del romance viejo con un nuevo lenguaje de elaboradísima sencillez y provoca en el lector la misma inolvidable emoción que tantísimos romances tradicionales nos hacen sentir aún.


martes, 24 de junio de 2014

La mañana de San Juan en la lírica primitiva

La dimensión poética popular y tradicional de la mañana de San Juan, momento tocado por la magia estival, queda recogida en la poesía lírica primitiva castellana. 

La lírica tradicional es anónima y no aparece por escrito hasta finales del siglo XV o en el siglo XVI. En ella queda plasmado el mundo de la gente del pueblo. A través de estos poemas y canciones podemos entrever las costumbres, fiestas, creencias e inquietudes  -entre ellas las amorosas- del estamento inferior de la sociedad medieval. Canciones de romería, de siega, canciones de monja y de malmaridada, canciones relativas a la conquista y la seducción amorosa aparecen junto a otras que celebran la primavera, el mes de mayo y también la fiesta de San Juan, especialmente la mañana.

La mañana de San Juan es la mañana del amor, momento mágico y luminoso como pocos. Pero a veces, ¡ay!, no es felicidad exultante lo que expresa el poema, sino la pena por la partida del hombre amado, como estos villancicos que transcribo a continuación. El dolor de la mujer enamorada se expresa a través de la negación de todo cuanto se relaciona con el amor en esa precisa mañana en que la vida florece. 

 188*
Ya no me porné guirnalda
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.

Ya no me porné jazmines,
ni guirnalda de azucena;
pornéme crecida pena
por los bosques y jardines.
Aquestos serán mis fines,
como las gentes verán,
pues mis amores se van.

Traeré velo enlutado,
 y de amarillo el vestido
tejido con el olvido,
de mi recelo cercado;
el manto será el cuidado
 por vivir siempre en afán,
 pues mis amores se van.


250*
Que no cogeré yo verbena
 la mañana de San Juan ,
pues mis amores se van.

Que no cogeré yo claveles,
madreselva ni mirabeles,
sino penas tan crueles
cual jamás se cogerán,
pues mis amores se van.

La presencia de la naturaleza es una constante en los villancicos. Las imágenes o elementos tomados de la naturaleza no son un mero ornamento del poema, sino que están cargados de valores simbólicos cuyas raíces se hunden en un fondo común de la humanidad. La relación del amor con el mundo vegetal es un ejemplo de ello. Así, jardines, bosques, flores, frutos aparecen en los villancicos como símbolos del lugar de encuentro de los amantes, de la seducción, de los sentimientos o de la entrega amorosa.

Asimismo, todo cuanto se relaciona con el día de San Juan pertenece a esta misma tradición simbólica de contenido amoroso. La festividad de San Juan tiene lugar un poco después de producirse el solsticio de verano. De hecho, esta festividad conmemora en el mundo cristiano este fenómeno natural a través de cultos solares paganos que se han perpetuado hasta  nuestros días, pasados por el filtro de la Iglesia, que seguramente prefirió concederles un lugar en el santoral antes que empecinarse en erradicarlos.

 * El lector interesado puede encontrar estos poemas en la obra de Dámaso Alonso y José Manuel Blecua Antología de la poesía española. Lírica de tipo tradicional. Editorial Gredos. Madrid: 1978



domingo, 22 de junio de 2014

John Banville: El mar

La noticia de la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 a John Banville (Wexford, Irlanda 1945), autor del que nada había leído, me llevó a indagar acerca de su obra literaria y despertó en mí el deseo de leer alguna de sus novelas. John Banville es autor de El intocable (1997),  Eclipse (2000), El mar (2005), galardonada con el Premio Booker, Antigua luz (2012) y de la trilogía compuesta por Kepler (1981), La carta de Newton (1982) y Copérnico (1984). Como Benjamin Black, su otro yo, cultiva la novela negra desde 2007. Títulos importantes son El secreto de Christine, su primera novela de este género, Venganza (2013) o La rubia de ojos negros (2014).

Empecé con El mar, magnífica novela que no defraudó mis expectativas, sino todo lo contrario: me dejó con ganas de releer y de conocer más obras suyas. El argumento de El mar es más o menos así: después de la muerte de su esposa Anna, el historiador de arte Max Morden se retira a escribir al pueblo costero en el que de niño veraneó junto a sus padres y se instala en la casa donde conoció a la familia Grace, cuyos miembros le fascinaron de inmediato. Los recuerdos del pasado se van convirtiendo en una reflexión acerca de sí mismo y de los momentos esenciales de su vida: “El pasado late en mi interior como un segundo corazón”, dice el narrador.

La novela sigue el curso de la memoria. El narrador rememora el pasado desde su presente de soledad y dolor tras el fallecimiento de Anna. Presente y pasado se entrelazan y se alternan en un constante vaivén. Los recuerdos surgen desde el momento en que vuelve a lo que fue el ambiente y el entorno de los veraneos de su infancia. Regresa a Los Cedros, la casa donde pasaron el verano los Grace –Carlo y Connie, los padres, Chloe y Myles, los dos hijos gemelos, y Rose- cuando él tenía once años.

El mar es una novela cuya forma resulta ser esencial en relación con los temas que encierra y que se van desplegando al hilo del recuerdo. El contraste, como recurso apenas perceptible,  marca el despliegue de la memoria y de sus reflexiones. Las diferencias entre la familia de Morden  y la de los Grace van aflorando a través del relato de la experiencia que supuso para el niño entrar en contacto con gente que llevaba un estilo de vida totalmente distinto de la vida de familia que él conocía.

Mis padres no conocían al señor y la señora Grace, ni los conocerían. La gente de una casa como es debido no se mezclaba con los que vivían en los chalets, y tampoco se esperaba que nosotros nos mezcláramos. Nosotros no bebíamos ginebra, ni teníamos invitados los fines de semana, ni dejábamos despreocupadamente guías turísticas de Francia a la vista en los asientos traseros de nuestros coches: en el Prado, pocos eran los que tenían coche. La estructura social de nuestro mundo veraniego era tan fija e imposible de escalar como un zigurat.”

Van surgiendo temas como el abandono definitivo de la infancia, el primer amor, la amistad, la fascinación del niño por la mujer madura, el descubrimiento del erotismo….

Por otra parte, su matrimonio, los recuerdos de su vida con Anna y la hija de ambos, la vida que llevaban, su relación, en suma, se van entretejiendo con la rememoración de los Grace. Si con los Grace Max Morden intuye lo que quería ser de niño, con Anna podrá tratar de llevar a cabo lo que quería ser de adulto, podrá intentar la realización de una imagen de sí mismo proyectada en su mente:

Ya he dicho en otra parte –ahora no tengo tiempo para ir a mirar dónde, atrapado como estoy de repente en las redes de este pensamiento- que lo que encontré en Anna desde el principio fue una manera de realizar la fantasía de mí mismo.”

Una imagen siempre ideal, casi conseguida, a no ser por la brutal irrupción de la enfermedad de Anna y la muerte de esta, que le deja sumido en la pena y la desorientación.

¿Por qué regresa a Los Cedros? ¿Por qué motivo para calmar su dolor, tratar de centrarse y encontrar su nuevo lugar en el mundo vuelve a la casa donde conoció a quienes designa como “los dioses”, seres aparte de lo que era el universo cerrado y triste de su infancia, seres de otro mundo? Pues a raíz de un sueño, que le ilumina y  le abre la mente acerca de lo que debe hacer después de enviudar. El sueño como forma de hallar la verdad o el camino acertado. El regreso a Los Cedros, a la casa que pertenece ya a otro contexto, le aportará vivencias y el encuentro con personajes conectados con su pasado. Si en Los Cedros comenzó para Morden la experiencia de la vida, en este mismo escenario vivirá la experiencia de una muerte simbólica:

Hay veces, y hoy en día ocurren cada vez más a menudo, en las que me parece que no sé nada, cuando todo lo que he hecho parece habérseme ido de la cabeza como un chaparrón, y por un momento me quedo presa de una consternación que me paraliza, esperando volver a recordarlo todo, aunque sin certeza ninguna de que vaya a ocurrir.

Todo ello con el mar como telón de fondo, como una presencia que articula los saltos del presente al pasado. Si algo es constante y permanente en esta novela es la visión y la sensación del mar, que ya desde un principio deviene símbolo que justifica el título y da sentido al argumento y a las reflexiones del protagonista. El mar abre y cierra el pequeño universo que contiene la novela haciendo honor a sus múltiples significados. Al llegar al final del relato se proyecta la luz sobre el inicio de la novela.

Si acaso algún lector albergara dudas acerca de la verosimilitud del final, que no desvelaré, por supuesto, que las descarte de inmediato. Estamos ante una obra literaria y la obra de arte sigue sus propias reglas, como universo completo que es. El final, por otra parte, revela la fuerza del símbolo, dotando a la obra de una innegable verdad poética.

Un lenguaje rico, conciso y evocador convierte la lectura de El mar en un auténtico placer, en una experiencia sensual que transporta al lector a otra dimensión más pura y auténtica. Viaje, por otra parte, que invita a la relectura para disfrutar un poco más y extraerle a la novela todo su sabor. He destacado en este comentario la forma de la novela y la simbología del mar, pero son tan solo dos de los enfoques posibles. El mar es una obra rica en referencias culturales acerca del arte, de la mitología, de la cultura griega, y seguramente se me escapan otras muchas. Eso es lo mejor, una obra que no se agota en una sola lectura y en un solo comentario.

jueves, 23 de enero de 2014

Varios autores: Cinco miradas sobre la novela histórica

Confieso que la novela histórica no es el género que más conozco, puesto que lo he leído poco. Supongo que en el fondo siempre he sentido la desconfianza acerca de lo que es histórico y lo que es ficción o pura fantasía. El conocedor de la Historia sabe siempre cuando le están dando gato por liebre, el lego en la materia no. Me refiero con esto a que hay novelas clasificadas como históricas, cuando no son tales, sino relatos en los que el autor trata libremente el trasfondo histórico para tejer su ficción novelesca, sin que ello reste verdad poética a estas obras, pero que se salen de los márgenes de la realidad de los hechos del pasado. El lector que desconoce la historia, o bien debe documentarse un poco de antemano, lo cual ocurre raras veces, o bien debe confiar en la clasificación de la obra ofrecida por la editorial generalmente en las cubiertas del libro.

Ante tanta proliferación de novelas de este género y las dudas que he sentido acerca de su historicidad, en muchas ocasiones he renunciado a leer bastantes de ellas. Así que el hallazgo de Cinco miradas sobre la novela histórica, de varios autores, entre los cuales están Carlos García Gual y  Gisbert Haef, me permitió documentarme un poco acerca de los criterios que permiten clasificar una  novela como histórica.

Cinco miradas sobre la novela histórica es un conjunto de cinco breves ensayos sobre este género lierario, cuyo contenido es el siguiente:

Pedro Godoy, Cavilaciones y mortificaciones de un atribulado lector; Javier Negrete, Narrando batallas; Antonio Penadés, La novela histórica en Grecia antigua. Grecia antigua en la novela histórica; Gisbert Haef, Cosas de Troya; Gisbert Haef, Historias de vino y sangre; Carlos García Gual, Novelas biográficas o biografías novelescas de algunos personajes de la antigüedad. Algunos ejemplos; Carlos García Gual, Trucos de la ficción histórica.

En primer lugar, Pedro Godoy intenta poner en claro qué es y qué no es novela histórica. Para ello parte de la confusión ante la que se halla el lector que acude a una librería en busca de una buena novela histórica. Estantes llenos de obras en las cuales la historia, la ficción, la fantasía y el esoterismo se confunden como si fueran una misma cosa.

Lo que de verdad le revuelve el estómago [al habitual lector de novela histórica] es comprobar una y otra vez cómo toda esa excelsa literatura acaba llegando, precisamente, a las secciones de novela histórica de las librerías como manzanas podridas que se arrojan al cesto de las sanas, infectando de gusanos a los hermosos frutos del género como Restauración (1989) de Rose Tremain, El rey de hierro (1955) de Maurice Druon, Elena (1960) de Evelyn Waugh, Los restos del día (1989) de Kazuo Ishiguro o El perfume (1985) de Patrick Süskind, por citar un puñado de buenos títulos que quedan en la memoria.”

Godoy comenta también los reparos y repudios que ha sufrido y sufre este género narrativo por parte de muchos historiadores, quienes lo consideran algo espurio y fruto del intrusismo, contribuyendo así a confundir aún más las cosas y provocando que muchos autores de novela histórica sientan que deben justificarse ante el lector ofreciendo innecesarias explicaciones.

Javier Negrete, por su parte, nos ofrece su punto de vista de escritor de novela histórica centrando su ensayo en los relatos y descripciones de batallas célebres, procedentes tanto de su propia obra novelística, como de otros autores. Describe, analiza y comenta las técnicas narrativas y descriptivas empleadas en diversas obras. Además de ofrecer al lector elementos de juicio que merece la pena tener en cuenta, las novelas que Negrete comenta ya constituyen de por sí una recomendación de lectura nada desdeñable.

Para Antonio Penadés la obra Historia de Heródoto es el punto de partida, la base indispensable para comprender un sinfín de temas relacionados con la Grecia antigua, debido a que el escritor griego se interesó por todo lo humano con afán investigador y con amplitud de miras. Los comentarios de Penadés acerca de la obra de Heródoto despiertan en el lector el deseo de adentrarse un poco en ella, siquiera sea de forma fragmentaria. Aparte de los comentarios y de la valoración de la obra de Heródoto, Penadés destaca el valor de la novela histórica como fuente de placer y de evasión en tanto que novela y como fuente de conocimiento en tanto que recreación de épocas, hechos y ambientes del pasado.

Penadés recalca la responsabilidad del autor de novela histórica, quien debe documentarse a conciencia y con rigor, pues se debe al lector que deposita en él la confianza que le llevará a conocer mejor una época pasada o un personaje histórico.

Gisbert Haef, en sus textos Cosas de Troya e Historias de vino y sangre, desarrolla la relación entre historia, arqueología y leyendas que tiene lugar en las obras inspiradas en los hechos y personajes del mundo troyano, por una parte; por otra, presenta el proceso de documentación y creación de sus  novelas centradas en las figuras de Aníbal y Alejandro.

Leer a García Gual es siempre un placer. Su estilo ameno y claro, sus comentarios tan didácticos se agradecen siempre y más si se trata de temas eruditos como los que presenta en este caso. En Novelas biográficas o biografías novelescas de algunos personajes de la Antigüedad,  el catedrático caracteriza los dos tipos de novela histórica que predominan: la novela histórica de corte romántico y las que están centradas en figuras destacadas de la historia .Su exposición se refiere a las que siguen un esquema biográfico, a los puntos de vista y a las fórmulas adoptadas por los autores. En Trucos de la ficción histórica analiza las formas y los usos de esta fórmula literaria, que se remonta a la Antigüedad y  que se ha convertido en un verdadero tópico en la literatura universal.

Cinco miradas, efectivamente, sobre la novela histórica, que permiten al lector hacerse una idea precisa de los rasgos que caracterizan el género desde un punto de vista riguroso y fundamentado. Estos cinco textos separan el grano de la paja, proporcionando criterios fiables  para elegir una buena lectura. Además, constituyen una fuente de información amplia sobre novelas históricas de calidad y buenos escritores de este género. En resumen, me parece una obra muy recomendable para cualquiera que se interese por esta clase de novelas y desee documentarse y profundizar un poco más en su conocimiento y su lectura. 

miércoles, 1 de enero de 2014

Poema del mes. Enero: Octavio Paz

Al leer este bonito poema de Octavio Paz, perteneciente al libro Árbol adentro (1988) he sentido que no podía dejar pasar la ocasión de incluirlo en mi blog como poema del mes de enero. Además, por su título, Primero de enero, le corresponde por derecho la primera entrada del nuevo año.

El poeta recoge en este texto esa sensación que nos embarga a todos ante el nuevo año: la de que todo está por hacer. La esperanza de algo mejor que lo pasado florece en nuestros corazones. Ante nosotros se abre un camino virgen a través del cual, presagiamos, podremos realizar un sueño, inventar un nuevo proyecto, alcanzar lo deseado…

PRIMERO DE ENERO

Las puertas del año se abren,
como las del lenguaje,
hacia lo desconocido.
Anoche me dijiste:
mañana
habrá que trazar unos signos,
dibujar un paisaje, tejer una trama
sobre la doble página
del papel y del día.
Mañana habrá que inventar,
de nuevo,
la realidad de este mundo.

Ya tarde abrí los ojos.
Por el segundo de un segundo
sentí lo que el azteca,
acechando
desde el peñón del promontorio,
por las rendijas de los horizontes,
el incierto regreso del tiempo.

No, el año había regresado.
Llenaba todo el cuarto
y casi lo palpaban mis miradas.
El tiempo, sin nuestra ayuda,
había puesto,
en un orden idéntico al de ayer,
casas en la calle vacía,
nieve sobre las casas,
silencio sobre la nieve.

Tú estabas a mi lado,
aún dormida.
El día te había inventado
pero tú no aceptabas todavía
tu invención en este día.
Quizá tampoco la mía.
Tú estabas en otro día.

Estabas a mi lado
y yo te veía, como nieve,
dormida entre las apariencias.
El tiempo sin nuestra ayuda,
inventa casas, calles, árboles,
mujeres dormidas.

Cuando abras los ojos
caminaremos, de nuevo,
entre las horas y sus invenciones
y al demorarnos en las apariencias
daremos fe del tiempo y sus conjugaciones.
Abriremos las puertas de este día,
entraremos en lo desconocido.