Todavía no he tenido ocasión de leer la última novela de
Javier Cercas, El impostor, pero la entrevista que publica hoy el suplemento
Babelia de El País no tiene desperdicio y es una invitación a la lectura ya.
Por eso adjunto el enlace, para que el lector interesado en saber algo más de
esta nueva obra de Cercas pueda hacerse una idea bastante clara de los temas tratados y de las
opiniones del autor acerca de diversos
temas relacionados con ella.
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sábado, 15 de noviembre de 2014
domingo, 10 de agosto de 2014
Poema del mes. Agosto: Eloy Sánchez Rosillo
Vuelvo
una y otra vez a la poesía de Eloy Sánchez Rosillo. Definitivamente, es uno de
mis poetas más queridos. En cada relectura descubro nuevos sentidos, imágenes,
textos bellísimos que apuntan como flechas certeras al corazón de la vida,
textos que a veces me reconcilian con el mundo o que, regalos valiosísimos, me
brindan nuevas perspectivas sobre el oficio de vivir.
Otras
veces, lo que sus versos me dan es la posibilidad de descubrir lo que ama este
poeta, las cosas que le gustan, sus recuerdos más queridos, lo que le inspira o
despierta su nostalgia... ¡Tantas cosas! Eloy Sánchez Rosillo ama el verano, la luz, el calor,
los árboles, las aves y… la luna llena.
Hay
en su obra continuas referencias a la luna, vista siempre como un ser amable y
benéfico que derrama sobre el mundo su hermosa luz. Precisamente en el libro
Oír la luz, podemos leer este bonito poema que transcribo a continuación en
esta noche de luna llena.
LUNA
DE AGOSTO
Es tanta la belleza de
la vida
que no disminuiría para
mí su hermosura
si de pronto faltaran
de la faz de la tierra
algunas de las cosas
que más amo.
Pero qué triste un
mundo en el que no
pudiera yo mirar la
luna llena
sobre el mar del
verano.
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Poema del mes,
Poesía
martes, 29 de julio de 2014
Poema del mes de julio. Literatura comparada: la muerte de los niños en Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado
La figura de los niños
en la poesía no siempre tiene tintes idílicos o lúdicos. A veces los autores
destacan las facetas más duras, como el dolor, la soledad o la indefensión.
William Blake, por ejemplo, trató el tema de la explotación infantil en los
poemas dedicados a los pequeños deshollinadores, pertenecientes a Songs of Innocence and of Experience. Otras
veces será la muerte de un niño la idea central de la composición. La muerte de
un niño es la de un ser humano, tenga este la edad que sea, pero lo infantil va
unido en nuestra sensibilidad a lo tierno y lo frágil y por esta razón nos impacta más. La vida de un niño es
una vida por vivir, inocente aún. El niño inspira simpatía y cariño y cualquier
persona sensible es consciente de la indefensión en que se halla por su tierna
edad y por su falta de experiencia de la vida.
En este sentido, hay
dos poemas que siempre que siempre me impresionan hondamente: La carbonerilla
quemada, de Juan R. Jiménez y La muerte del niño herido, de Antonio Machado.
Ambos transmiten un profundo sentido trágico y un sentimiento de dolor por la
injusta muerte de dos criaturas inocentes.
La carbonerilla
quemada, poema que figura en la Segunda antolojía poética (1898-1918),
pertenece a la obra Historias (1908-1912). Siguiendo la tradicional
clasificación de la obra de Juan R. Jiménez en tres etapas, situaríamos este
poema en la primera época o sensitiva, que abarca los poemas compuestos entre 1898
y 1915. La muerte del niño herido, de Antonio Machado forma parte de las Poesías
de la guerra, compuestas entre 1936 y 1939.
En el poema de Juan R.
Jiménez la imagen poética y la personificación trazan el dramático cuadro de la
tragedia: se produce un incendio y la carbonerilla resulta malherida, medio
abrasada. El leve esbozo argumental destaca la indefensión y la soledad de la
niña ante la ausencia de la madre, a la que llama en vano desesperadamente y que
no puede socorrerla a tiempo.
LA CARBONERILLA QUEMADA
En la siesta de julio,
ascua violenta y ciega,
prendió el horno las
ropas de la niña. La arena
quemaba cual con
fiebre; dolían las cigarras;
el cielo era igual que
de plata calcinada.
...Con la tarde, volvió
-¡anda, potro!- la madre.
El pinar se reía. El
cielo era de esmalte
violeta. La brisa
renovaba la vida...
La niña, rosa y negra,
moría en carne viva.
Todo le lastimaba. El
roce de los besos,
el roce de los ojos, el
aire alegre y bello:
-«Mare, me jeché arena
zobre la quemaúra.
Te yamé, te yamé dejde
er camino... ¡Nunca
ejtubo ejto tan zolo!
Laj yama me comían,
mare, yo te yamaba, y
tú nunca benía!»
Por el camino -¡largo!-
sobre el potrillo rojo,
murió la niña.
Abiertos, espantados, sus ojos
eran como raíces secas
de las estrellas.
La brisa jugueteaba,
ensombrecida y fresca.
Corría el agua por el
lado del camino.
Ondulaba la yerba.
Trotaban los pollinos,
oyendo ya los gritos de
los niños del pueblo...
Dios estaba bañándose
en su azul de luceros.
En estilo directo, la
voz de la niña quemada hablándole a su madre cuando regresa, expresa el horror
de la soledad más radical ante el dolor causado por las quemaduras. La pequeña
carbonerilla fallece por el camino. Desolación. La brisa fresca, el agua, la
hierba, las voces de los niños del pueblo son el contrapunto de la vida frente
a la muerte.
El último verso,
demoledor, evidencia el abandono de la niña víctima del fuego: Dios no se ocupó
de ella, “estaba bañándose en su azul de luceros.”
En cuanto a La muerte
del niño herido, es, para mí, la mejor
composición del grupo Poesías de la guerra. Concentra una carga dramática sin
igual con respecto a las otras. El niño del poema machadiano es cualquier niño
herido en cualquiera de las muchas guerras que hay en el mundo. Los noticiarios
nos muestran cada día imágenes terribles de niños heridos o muertos por la
ciega violencia de los adultos.
LA
MUERTE DEL NIÑO HERIDO
Otra vez es
la noche... Es el martillo
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!
—Duerme, hijo mío. Y la manita oprime
la madre, junto al lecho. —¡Oh flor de fuego!
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
fuera la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.
—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!
de la fiebre en las sienes bien vendadas
del niño. —Madre, ¡el pájaro amarillo!
¡Las mariposas negras y moradas!
—Duerme, hijo mío. Y la manita oprime
la madre, junto al lecho. —¡Oh flor de fuego!
¿Quién ha de helarte, flor de sangre, dime?
Hay en la pobre alcoba olor de espliego;
fuera la oronda luna que blanquea
cúpula y torre a la ciudad sombría.
Invisible avión moscardonea.
—¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?
El cristal del balcón repiquetea.
—¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!
El niño delira en la
noche por la fiebre, que le hace ver alucinaciones. El estilo directo, como en
La carbonerilla quemada, potencia el dramatismo de la escena. La visión del
niño -el pájaro amarillo y las mariposas negras y moradas- y las palabras
dolientes de la madre nos dejan con el corazón encogido. La luna, ajena al
drama, brilla con su luz blanca en la noche de guerra. El último verso, aquí
también, dice lo irremediable: la fría muerte.
Este triste y bellísimo
poema es más fuerte y más expresivo que cualquier alegato teórico en contra de
las guerras.
En resumen, y para terminar, nuestros dos
poetas, al escoger el tema de la muerte de los niños, eligieron también contar
con la figura de la madre como personaje antagónico que no puede impedir la
muerte, tan solo sufrirla. Como recursos especialmente expresivos el estilo
directo y el contraste entre el dolor que impregna las escenas y la impasibilidad
de la divinidad y de la naturaleza.
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martes, 8 de julio de 2014
Antonina Rodrigo: Mujeres de España. Las silenciadas
Ahora
que estoy de vacaciones y tengo un poco más de tiempo, he estado recolocando
libros, hojeándolos, mirándolos. Es el placer de reencontrarse con viejos y
queridos amigos, como este libro que hoy comentaré brevemente. Hace muchos años
que lo tengo. Lo compré en 1989. Lo leí entonces de un tirón y a lo largo de
los años he ido releyendo algunos capítulos sueltos según me apetecía o en
función de algún asunto que deseara recordar.
Hoy,
al tenerlo otra vez en mis manos, he pensado que es una obra que merece que le
dedique por lo menos un pequeño comentario a modo de homenaje no solo a la
autora, sino también a las diecisiete mujeres españolas de las cuales Antonina
Rodrigo traza un esbozo biográfico, poniendo de relieve su carácter de pioneras,
de avanzadas para su época, de luchadoras, de mujeres íntegras y valientes que
contribuyeron a construir un ideal de igualdad y de libertad en medio de un
clima muchas veces de incomprensión, sobre todo masculina en muchos casos. También
tienen su reconocimiento aquellas otras mujeres que, a pesar de su valía y de
su inteligencia, aceptaron quedarse en la sombra para que brillaran los hombres
a quienes habían unido sus vidas.
La
segunda parte del título, Las silenciadas, responde tanto al hecho de que
después de la Guerra Civil (1936-1939) unas sufrieron el exilio exterior y
otras el interior. Su voz fue silenciada. Incluso después de la muerte de Franco,
exceptuando a Dolores Ibárruri, La Pasionaria, auténtico mito y emblema, la
gran mayoría de las protagonistas de este libro, no ocuparon el lugar que
merecen en nuestra memoria y en nuestro reconocimiento. Han tenido que ser
investigadores e historiadores como Antonina Rodrigo quienes rescataran del
olvido estas figuras femeninas.
Antonina
Rodrigo (Granada, 1935) publicó Mujeres de España. Las silenciadas en 1978, prologado
por la escritora catalana Montserrat Roig. Yo tengo la hermosa y cuidada edición
de Círculo de Lectores, que es de 1988. Unas palabras iniciales de la autora, “Para
esta nueva edición”, destacan el papel de la memoria como herramienta
reivindicativa de “Esas mujeres que un día constituyeron la vanguardia que
erosionó convencionalismo y atavismos esterilizadores”.
Pero
¿quiénes fueron estas mujeres silenciadas? Después del espléndido prólogo de
Montserrat Roig titulado “La recuperación de la palabra”, capítulo a capítulo,
van desfilando ante el lector en este orden Dolores Ibárruri, La Pasionaria,
María Goyri, María Blanchard, Victoria Kent, Antonia Mercé, La Argentina,
Zenobia Camprubí, Margarita Xirgu, María de Maeztu, Federica Montseny, María
Luz Morales, Margarita Nelken, María Teresa León, María Casares, Enriqueta Otero
Blanco, Maruja Ruiz, Carmen Conde y Elena Quiroga. Una breve selección de
fotografías ilustra los textos y nos ofrece una imagen precisa y definida de
cada biografiada.
Diecisiete
mujeres muy distintas, de diversa procedencia social, cultural y geográfica.
Según Montserrat Roig, “La gran mayoría de esas mujeres han vivido el exilio
exterior. El resto ha sido devorado por el canibalismo legal y religioso del
franquismo. Nadie como las mujeres que se quedaron en España saben lo que
significa el exilio interior. Mujeres doblemente colonizadas, como cuerpo y
como mente. Exiliadas en su totalidad. Tratadas como subnormales por la ley
franquista, que retrocedió siglos. Devueltas a la pura naturaleza, sublimadas
como “madres”, relegadas a la cárcel dorada y sagrada del hogar donde, las más
inteligentes o imaginativas, ahogaban suspiros de resentimiento o resignación”.
¿Qué
podría decir de cada una en esta reseña que pretende ser breve? Os invito a
leer esta obra que no tiene desperdicio, pues aúna el rigor y la documentación
con la amenidad. Su carácter divulgativo va unido a una certera selección de
datos, hechos y anécdotas, de tal manera que esas diecisiete mujeres dejan una
honda impresión en el lector.
A título de ejemplo, citaré el enfrentamiento
que se produjo en el Parlamento en 1931, proclamada ya la Segunda República, entre
Victoria Kent, del partido radical-socialista, y Clara Campoamor, del partido
radical, en torno al sufragio femenino. El sufragio de la mujer era atacado por
el partido radical-socialista, uno de los más progresistas. Victoria Kent se
manifestaba contraria a que las mujeres ejercieran este derecho, porque según
ella “la mujer había vivido hasta entonces de espaldas a los problemas comunes,
relegada a las tareas del hogar, con excepción de un grupo minoritario,
intelectual y obrero, y que concederle el voto sin la menor restricción podía
constituir un serio peligro para el régimen republicano”. Era precisa una
educación previa para contrarrestar el poder que la Iglesia tenía sobre la
mujer española en aquellos años. Clara
Campoamor, por el contrario, defendía la posición opuesta: el sufragio femenino
era el primer paso para la emancipación de la mujer y su incorporación a la
vida política. Como colofón muy ilustrativo de la visión masculina de este
debate, Manuel Azaña calificó en sus memorias este enfrentamiento verbal de las
dos diputadas de “muy divertido”. ¡Nada menos!
Las
mujeres hemos recorrido un largo camino hacia la igualdad. Pero no es todo el
camino, esto lo sabemos bien. En el origen están estos diecisiete testimonios, diecisiete
ejemplos de valor y de autenticidad. Diecisiete mujeres que merecen ser recordadas
y valoradas. La actual posición de las mujeres en la sociedad y en la política
española –en la que debe avanzarse muchísimo más- no ha surgido de la
nada. La obra de Antonina Rodrigo nos lo recuerda.
martes, 1 de julio de 2014
Sobre un romance de Góngora: Amarrado al duro banco...
Góngora
(Córdoba 1561-1627) ,como otros poetas del Siglo de Oro, cultivó el romance
culto, que, manteniendo el estilo, las formas del romance popular anónimo y
bastante de su espíritu, destaca por el cuidado de la forma, la atención a los
detalles y por la sonoridad de la versificación.
El romance, género literario nacido en el
siglo XIV, ha llegado a convertirse en el transcurso de los siglos en el
emblema de la poesía hispánica popular de todos los tiempos. Composición
poética de carácter épico-lírico, aúna el relato de hechos o el apunte de una
escena con la expresión de sentimientos o emociones o, incluso a veces sin
expresarlos, los despierta en el oyente o lector. Entre la variadísima temática
tratada por los romances viejos,
encontramos aquellos que se vinculan más directamente a la épica y a los
hechos históricos cercanos en el tiempo a la época de su composición, como los
noticieros, fronterizos y moriscos.
Como
señalan Blanco Aguinaga, Rodríguez Puértolas y Zavala en la Historia social de
la Literatura española (vol. I), los héroes del romancero anónimo son seres
humanos inmersos en un mundo que a veces les es ajeno y hostil, ante el cual se
encuentran solos en su lucha por sobrevivir. El mundo medieval ha quedado
atrás, y la radical soledad del héroe no hará sino agudizarse en su camino
hacia un destino trágico o hacia la frustración de sus deseos y esperanzas. La
religión y la fe ya no constituyen un apoyo firme ni un amparo ante la
adversidad.
Fiel
a los temas y al espíritu del romancero popular, don Luis de Góngora pinta una
escena llena de vida y emotividad que recrea el drama vivido por quienes tenían
la desgracia de ser capturados por los turcos en el siglo XVI. El romance Amarrado al duro banco de una galera turquesca
aparece fechado en 1583 en las Obras completas de Góngora editadas por Aguilar
en 1972 (recopilación, prólogo y notas de Juan e Isabel Mille y Giménez), al
igual que el siguiente romance La desgracia del forzado. Se trata de dos
composiciones inspiradas en hechos históricos relativamente cercanos a la vida
del autor.
Amarrado al duro banco
De una galera turquesca,
Ambas manos en el remo
Y ambos ojos en la tierra,
De una galera turquesca,
Ambas manos en el remo
Y ambos ojos en la tierra,
Un forzado de Dragut
En la playa de Marbella
Se quejaba al ronco son
Del remo y de la cadena:
En la playa de Marbella
Se quejaba al ronco son
Del remo y de la cadena:
«¡Oh sagrado mar de España,
Famosa playa serena,
Teatro donde se han hecho
Cien mil navales tragedias!,
Famosa playa serena,
Teatro donde se han hecho
Cien mil navales tragedias!,
»Pues eres tú el mismo mar
Que con tus crecientes besas
Las murallas de mi patria,
Coronadas y soberbias,
Que con tus crecientes besas
Las murallas de mi patria,
Coronadas y soberbias,
»Tráeme nuevas de mi esposa,
Y dime si han sido ciertas
Las lágrimas y suspiros
Que me dice por sus letras;
Y dime si han sido ciertas
Las lágrimas y suspiros
Que me dice por sus letras;
»Porque si es verdad que llora
Mi captiverio en tu arena,
Bien puedes al mar del Sur
Vencer en lucientes perlas.
Mi captiverio en tu arena,
Bien puedes al mar del Sur
Vencer en lucientes perlas.
»Dame ya, sagrado mar,
A mis demandas respuesta,
Que bien puedes, si es verdad
Que las aguas tienen lengua,
A mis demandas respuesta,
Que bien puedes, si es verdad
Que las aguas tienen lengua,
»Pero, pues no me respondes,
Sin duda alguna que es muerta,
Aunque no lo debe ser,
Pues que vivo yo en su ausencia.
Sin duda alguna que es muerta,
Aunque no lo debe ser,
Pues que vivo yo en su ausencia.
»¡Pues he vivido diez años
Sin libertad y sin ella,
Siempre al remo condenado
A nadie matarán penas!»
Sin libertad y sin ella,
Siempre al remo condenado
A nadie matarán penas!»
En esto se descubrieron
De la Religión seis velas,
Y el cómitre mandó usar
Al forzado de su fuerza.
De la Religión seis velas,
Y el cómitre mandó usar
Al forzado de su fuerza.
Durante
la segunda mitad del siglo XVI las costas españolas sufrieron graves incursiones
de la armada otomana y de los corsarios berberiscos. En el contexto del
enfrentamiento entre los Habsburgo y los Valois, Francia estableció una alianza
con Turquía para tratar de defender sus intereses en el Mediterráneo frente a
España. Turquía, por su parte, aprovechó esta alianza para servir sus propios
intereses en el Mediterráneo occidental. Los otomanos hacían alarde de poder
sembrando el terror, arrasando poblaciones costeras, como fue el caso de
Ciutadella de Menorca en julio de 1558, y capturando esclavos para obtener luego un
rescate, utilizarlos como remeros en las galeras o llevarlos a Turquía como
parte del botín. Derrotados en Lepanto en 1571, los otomanos desaparecen al fin
del Mediterráneo occidental.
El
personaje de nuestro romance es “un forzado de Dragut”. Dragut (1514 – 1565) –
o Turgut Rais-, corsario del imperio otomano, inició su carrera con Barbarroja.
Dirigió diversas operaciones contra las costas italianas y españolas hacia 1550,
y en 1552 fue nombrado gran almirante. Por consiguiente, si nos atenemos a los
datos biográficos de Dragut y a las palabras del protagonista del poema,
podríamos situar la escena representada en el romance gongorino alrededor de
veinte años antes de la composición del texto poético.
Las
tristes palabras del forzado pintan un cuadro de desesperanza. Diez años esclavizado,
remando en la galera, encadenado al banco, sobreviviendo en una soledad interior
tan brutal que no tiene otro interlocutor que el “sagrado mar de España”, al
que invoca pidiendo noticias de su esposa. El brusco final, como en los
romances viejos, potencia la carga
emotiva del poema y muestra la situación sin salida en la que se halla el
personaje: al divisar las naves cristianas que podrían liberarle, es obligado
por el cómitre a remar con más fuerza para huir rápidamente. No hay salvación
para él. Su bello parlamento es en realidad una reflexión existencial.
La
maestría del gran poeta cordobés en el uso del lenguaje poético ha convertido
este romance “de cautivo” en uno de los más bellos romances cultos de la
literatura española, que, además, al igual que los tradicionales romances moriscos y fronterizos está inspirado en hechos históricos de la época del autor. Góngora, con su arte, recrea las formas del romance viejo
con un nuevo lenguaje de elaboradísima sencillez y provoca en el lector la
misma inolvidable emoción que tantísimos romances tradicionales nos hacen
sentir aún.
martes, 24 de junio de 2014
La mañana de San Juan en la lírica primitiva
La dimensión poética popular y tradicional de la mañana de
San Juan, momento tocado por la magia estival, queda recogida en la poesía
lírica primitiva castellana.
La lírica tradicional es anónima y no
aparece por escrito hasta finales del siglo XV o en el siglo XVI. En ella queda
plasmado el mundo de la gente del pueblo. A través de estos poemas y
canciones podemos entrever las costumbres, fiestas, creencias e inquietudes -entre ellas las amorosas- del estamento
inferior de la sociedad medieval. Canciones de romería, de siega, canciones de monja y de
malmaridada, canciones relativas a la conquista y la seducción amorosa aparecen
junto a otras que celebran la primavera, el mes de mayo y también la fiesta de
San Juan, especialmente la mañana.
La mañana de San Juan es la mañana del amor, momento mágico
y luminoso como pocos. Pero a veces, ¡ay!, no es felicidad exultante lo que
expresa el poema, sino la pena por la partida del hombre amado, como estos villancicos que transcribo a continuación. El dolor de la mujer enamorada se
expresa a través de la negación de todo cuanto se relaciona con el amor en esa
precisa mañana en que la vida florece.
188*
Ya no me
porné guirnalda
la mañana de
San Juan,
pues mis
amores se van.
Ya no me
porné jazmines,
ni guirnalda
de azucena;
pornéme
crecida pena
por los
bosques y jardines.
Aquestos
serán mis fines,
como las
gentes verán,
pues mis
amores se van.
Traeré velo
enlutado,
y de amarillo el vestido
tejido con
el olvido,
de mi recelo
cercado;
el manto
será el cuidado
por vivir siempre en afán,
pues mis amores se van.
250*
Que no cogeré yo verbena
la mañana de San Juan ,
pues mis amores se van.
Que no cogeré yo claveles,
madreselva ni mirabeles,
sino penas tan crueles
cual jamás se cogerán,
pues mis amores se van.
La presencia de la naturaleza es una constante en los
villancicos. Las imágenes o elementos tomados de la naturaleza no son un mero ornamento
del poema, sino que están cargados de valores simbólicos cuyas raíces se hunden
en un fondo común de la humanidad. La relación del amor con el mundo vegetal es
un ejemplo de ello. Así, jardines, bosques, flores, frutos aparecen en los
villancicos como símbolos del lugar de encuentro de los amantes, de la
seducción, de los sentimientos o de la entrega amorosa.
Asimismo, todo cuanto se relaciona con el día de San Juan
pertenece a esta misma tradición simbólica de contenido amoroso. La festividad
de San Juan tiene lugar un poco después de producirse el solsticio de verano.
De hecho, esta festividad conmemora en el mundo cristiano este fenómeno natural
a través de cultos solares paganos que se han perpetuado hasta nuestros días, pasados por el filtro de la
Iglesia, que seguramente prefirió concederles un lugar en el santoral antes que
empecinarse en erradicarlos.
domingo, 22 de junio de 2014
John Banville: El mar
La noticia de la concesión del Premio Príncipe de Asturias
de las Letras 2014 a John Banville (Wexford, Irlanda 1945), autor del que nada
había leído, me llevó a indagar acerca de su obra literaria y despertó en mí el
deseo de leer alguna de sus novelas. John Banville es autor de El intocable
(1997), Eclipse (2000), El mar (2005),
galardonada con el Premio Booker, Antigua luz (2012) y de la trilogía compuesta
por Kepler (1981), La carta de Newton (1982) y Copérnico (1984). Como Benjamin
Black, su otro yo, cultiva la novela negra desde 2007. Títulos importantes son
El secreto de Christine, su primera novela de este género, Venganza (2013) o La
rubia de ojos negros (2014).
Empecé con El mar, magnífica novela que no defraudó mis
expectativas, sino todo lo contrario: me dejó con ganas de releer y de conocer
más obras suyas. El argumento de El mar es más o menos así: después de la
muerte de su esposa Anna, el historiador de arte Max Morden se retira a
escribir al pueblo costero en el que de niño veraneó junto a sus padres y se
instala en la casa donde conoció a la familia Grace, cuyos miembros le
fascinaron de inmediato. Los recuerdos del pasado se van convirtiendo en una
reflexión acerca de sí mismo y de los momentos esenciales de su vida: “El
pasado late en mi interior como un segundo corazón”, dice el narrador.
La novela sigue el curso de la memoria. El narrador rememora
el pasado desde su presente de soledad y dolor tras el fallecimiento de Anna.
Presente y pasado se entrelazan y se alternan en un constante vaivén. Los
recuerdos surgen desde el momento en que vuelve a lo que fue el ambiente y el
entorno de los veraneos de su infancia. Regresa a Los Cedros, la casa donde pasaron
el verano los Grace –Carlo y Connie, los padres, Chloe y Myles, los dos hijos
gemelos, y Rose- cuando él tenía once años.
El mar es una novela
cuya forma resulta ser esencial en relación con los temas que encierra y que se
van desplegando al hilo del recuerdo. El contraste, como recurso apenas
perceptible, marca el despliegue de la
memoria y de sus reflexiones. Las diferencias entre la familia de Morden y la de los Grace van aflorando a través del
relato de la experiencia que supuso para el niño entrar en contacto con gente
que llevaba un estilo de vida totalmente distinto de la vida de familia que él
conocía.
“Mis padres no conocían al señor y la señora Grace, ni los
conocerían. La gente de una casa como es debido no se mezclaba con los que
vivían en los chalets, y tampoco se esperaba que nosotros nos mezcláramos.
Nosotros no bebíamos ginebra, ni teníamos invitados los fines de semana, ni
dejábamos despreocupadamente guías turísticas de Francia a la vista en los
asientos traseros de nuestros coches: en el Prado, pocos eran los que tenían
coche. La estructura social de nuestro mundo veraniego era tan fija e imposible
de escalar como un zigurat.”
Van surgiendo temas como el abandono definitivo de la
infancia, el primer amor, la amistad, la fascinación del niño por la mujer
madura, el descubrimiento del erotismo….
Por otra parte, su matrimonio, los recuerdos de su vida con
Anna y la hija de ambos, la vida que llevaban, su relación, en suma, se van
entretejiendo con la rememoración de los Grace. Si con los Grace Max Morden
intuye lo que quería ser de niño, con Anna podrá tratar de llevar a cabo lo que
quería ser de adulto, podrá intentar la realización de una imagen de sí mismo
proyectada en su mente:
“Ya he dicho en otra parte –ahora no tengo tiempo para ir a
mirar dónde, atrapado como estoy de repente en las redes de este pensamiento-
que lo que encontré en Anna desde el principio fue una manera de realizar la
fantasía de mí mismo.”
Una imagen siempre ideal, casi conseguida, a no ser por la
brutal irrupción de la enfermedad de Anna y la muerte de esta, que le deja
sumido en la pena y la desorientación.
¿Por qué regresa a Los Cedros? ¿Por qué motivo para calmar
su dolor, tratar de centrarse y encontrar su nuevo lugar en el mundo vuelve a
la casa donde conoció a quienes designa como “los dioses”, seres aparte de lo
que era el universo cerrado y triste de su infancia, seres de otro mundo? Pues
a raíz de un sueño, que le ilumina y le
abre la mente acerca de lo que debe hacer después de enviudar. El sueño como
forma de hallar la verdad o el camino acertado. El regreso a Los Cedros, a la
casa que pertenece ya a otro contexto, le aportará vivencias y el encuentro con
personajes conectados con su pasado. Si en Los Cedros comenzó para Morden la
experiencia de la vida, en este mismo escenario vivirá la experiencia de una
muerte simbólica:
“Hay veces, y hoy en día ocurren cada vez más a menudo, en
las que me parece que no sé nada, cuando todo lo que he hecho parece habérseme
ido de la cabeza como un chaparrón, y por un momento me quedo presa de una
consternación que me paraliza, esperando volver a recordarlo todo, aunque sin
certeza ninguna de que vaya a ocurrir.”
Todo ello con el mar como telón de fondo, como una presencia
que articula los saltos del presente al pasado. Si algo es constante y
permanente en esta novela es la visión y la sensación del mar, que ya desde un
principio deviene símbolo que justifica el título y da sentido al argumento y a
las reflexiones del protagonista. El mar abre y cierra el pequeño universo que
contiene la novela haciendo honor a sus múltiples significados. Al llegar al
final del relato se proyecta la luz sobre el inicio de la novela.
Si acaso algún lector albergara dudas acerca de la verosimilitud
del final, que no desvelaré, por supuesto, que las descarte de inmediato.
Estamos ante una obra literaria y la obra de arte sigue sus propias reglas,
como universo completo que es. El final, por otra parte, revela la fuerza del
símbolo, dotando a la obra de una innegable verdad poética.
Un lenguaje rico, conciso y evocador convierte la lectura de
El mar en un auténtico placer, en una experiencia sensual que transporta al
lector a otra dimensión más pura y auténtica. Viaje, por otra parte, que invita
a la relectura para disfrutar un poco más y extraerle a la novela todo su
sabor. He destacado en este comentario la forma de la novela y la simbología
del mar, pero son tan solo dos de los enfoques posibles. El mar es una obra
rica en referencias culturales acerca del arte, de la mitología, de la cultura
griega, y seguramente se me escapan otras muchas. Eso es lo mejor, una obra que
no se agota en una sola lectura y en un solo comentario.
jueves, 23 de enero de 2014
Varios autores: Cinco miradas sobre la novela histórica
Confieso
que la novela histórica no es el género que más conozco, puesto que lo he leído
poco. Supongo que en el fondo siempre he sentido la desconfianza acerca de lo
que es histórico y lo que es ficción o pura fantasía. El conocedor de la
Historia sabe siempre cuando le están dando gato por liebre, el lego en la
materia no. Me refiero con esto a que hay novelas clasificadas como históricas,
cuando no son tales, sino relatos en los que el autor trata libremente el
trasfondo histórico para tejer su ficción novelesca, sin que ello reste verdad
poética a estas obras, pero que se salen de los márgenes de la realidad de los
hechos del pasado. El lector que desconoce la historia, o bien debe
documentarse un poco de antemano, lo cual ocurre raras veces, o bien debe
confiar en la clasificación de la obra ofrecida por la editorial generalmente
en las cubiertas del libro.
Ante
tanta proliferación de novelas de este género y las dudas que he sentido acerca
de su historicidad, en muchas ocasiones he renunciado a leer bastantes de ellas.
Así que el hallazgo de Cinco miradas sobre la novela histórica, de varios
autores, entre los cuales están Carlos García Gual y Gisbert Haef, me permitió documentarme un poco
acerca de los criterios que permiten clasificar una novela como histórica.
Cinco miradas sobre la novela histórica es un
conjunto de cinco breves ensayos sobre este género lierario, cuyo contenido es
el siguiente:
Pedro
Godoy, Cavilaciones y mortificaciones de un atribulado lector; Javier Negrete,
Narrando batallas; Antonio Penadés, La novela histórica en Grecia antigua.
Grecia antigua en la novela histórica; Gisbert Haef, Cosas de Troya; Gisbert
Haef, Historias de vino y sangre; Carlos García Gual, Novelas biográficas o
biografías novelescas de algunos personajes de la antigüedad. Algunos ejemplos;
Carlos García Gual, Trucos de la ficción histórica.
En
primer lugar, Pedro Godoy intenta poner en claro qué es y qué no es novela
histórica. Para ello parte de la confusión ante la que se halla el lector que
acude a una librería en busca de una buena novela histórica. Estantes llenos de
obras en las cuales la historia, la ficción, la fantasía y el esoterismo se
confunden como si fueran una misma cosa.
“Lo
que de verdad le revuelve el estómago [al habitual lector de novela histórica]
es comprobar una y otra vez cómo toda esa excelsa literatura acaba llegando,
precisamente, a las secciones de novela histórica de las librerías como
manzanas podridas que se arrojan al cesto de las sanas, infectando de gusanos a
los hermosos frutos del género como Restauración (1989) de Rose Tremain, El rey
de hierro (1955) de Maurice Druon, Elena (1960) de Evelyn Waugh, Los restos del
día (1989) de Kazuo Ishiguro o El perfume (1985) de Patrick Süskind, por citar
un puñado de buenos títulos que quedan en la memoria.”
Godoy
comenta también los reparos y repudios que ha sufrido y sufre este género
narrativo por parte de muchos historiadores, quienes lo consideran algo espurio
y fruto del intrusismo, contribuyendo así a confundir aún más las cosas y
provocando que muchos autores de novela histórica sientan que deben
justificarse ante el lector ofreciendo innecesarias explicaciones.
Javier
Negrete, por su parte, nos ofrece su punto de vista de escritor de novela
histórica centrando su ensayo en los relatos y descripciones de batallas
célebres, procedentes tanto de su propia obra novelística, como de otros autores.
Describe, analiza y comenta las técnicas narrativas y descriptivas empleadas en
diversas obras. Además de ofrecer al lector elementos de juicio que merece la
pena tener en cuenta, las novelas que Negrete comenta ya constituyen de por sí
una recomendación de lectura nada desdeñable.
Para
Antonio Penadés la obra Historia de Heródoto es el punto de partida, la base
indispensable para comprender un sinfín de temas relacionados con la Grecia
antigua, debido a que el escritor griego se interesó por todo lo humano con
afán investigador y con amplitud de miras. Los comentarios de Penadés acerca de
la obra de Heródoto despiertan en el lector el deseo de adentrarse un poco en
ella, siquiera sea de forma fragmentaria. Aparte de los comentarios y de la
valoración de la obra de Heródoto, Penadés destaca el valor de la novela
histórica como fuente de placer y de evasión en tanto que novela y como fuente
de conocimiento en tanto que recreación de épocas, hechos y ambientes del
pasado.
Penadés
recalca la responsabilidad del autor de novela histórica, quien debe
documentarse a conciencia y con rigor, pues se debe al lector que deposita en
él la confianza que le llevará a conocer mejor una época pasada o un personaje
histórico.
Gisbert
Haef, en sus textos Cosas de Troya e Historias de vino y sangre, desarrolla la
relación entre historia, arqueología y leyendas que tiene lugar en las obras
inspiradas en los hechos y personajes del mundo troyano, por una parte; por
otra, presenta el proceso de documentación y creación de sus novelas centradas en las figuras de Aníbal y
Alejandro.
Leer
a García Gual es siempre un placer. Su estilo ameno y claro, sus comentarios tan
didácticos se agradecen siempre y más si se trata de temas eruditos como los
que presenta en este caso. En Novelas biográficas o biografías novelescas de
algunos personajes de la Antigüedad, el
catedrático caracteriza los dos tipos de novela histórica que predominan: la
novela histórica de corte romántico y las que están centradas en figuras
destacadas de la historia .Su exposición se refiere a las que siguen un esquema
biográfico, a los puntos de vista y a las fórmulas adoptadas por los autores.
En Trucos de la ficción histórica analiza las formas y los usos de esta fórmula
literaria, que se remonta a la Antigüedad y que se ha convertido en un verdadero tópico en
la literatura universal.
Cinco
miradas, efectivamente, sobre la novela histórica, que permiten al lector
hacerse una idea precisa de los rasgos que caracterizan el género desde un
punto de vista riguroso y fundamentado. Estos cinco textos separan el grano de
la paja, proporcionando criterios fiables
para elegir una buena lectura. Además, constituyen una fuente de
información amplia sobre novelas históricas de calidad y buenos escritores de
este género. En resumen, me parece una obra muy recomendable para cualquiera
que se interese por esta clase de novelas y desee documentarse y profundizar un
poco más en su conocimiento y su lectura.
miércoles, 1 de enero de 2014
Poema del mes. Enero: Octavio Paz
Al leer este bonito
poema de Octavio Paz, perteneciente al libro Árbol adentro (1988) he sentido que no podía dejar pasar la ocasión de
incluirlo en mi blog como poema del mes de enero. Además, por su título,
Primero de enero, le corresponde por derecho la primera entrada del nuevo año.
El poeta recoge en
este texto esa sensación que nos embarga a todos ante el nuevo año: la de que
todo está por hacer. La esperanza de algo mejor que lo pasado florece en
nuestros corazones. Ante nosotros se abre un camino virgen a través del cual,
presagiamos, podremos realizar un sueño, inventar un nuevo proyecto, alcanzar
lo deseado…
Las puertas del año se abren,
como las del lenguaje,
hacia lo desconocido.
Anoche me dijiste:
mañana
habrá que trazar unos signos,
dibujar un paisaje, tejer una trama
sobre la doble página
del papel y del día.
Mañana habrá que inventar,
de nuevo,
la realidad de este mundo.
Ya tarde abrí los ojos.
Por el segundo de un segundo
sentí lo que el azteca,
acechando
desde el peñón del promontorio,
por las rendijas de los horizontes,
el incierto regreso del tiempo.
No, el año había regresado.
Llenaba todo el cuarto
y casi lo palpaban mis miradas.
El tiempo, sin nuestra ayuda,
había puesto,
en un orden idéntico al de ayer,
casas en la calle vacía,
nieve sobre las casas,
silencio sobre la nieve.
Tú estabas a mi lado,
aún dormida.
El día te había inventado
pero tú no aceptabas todavía
tu invención en este día.
Quizá tampoco la mía.
Tú estabas en otro día.
Estabas a mi lado
y yo te veía, como nieve,
dormida entre las apariencias.
El tiempo sin nuestra ayuda,
inventa casas, calles, árboles,
mujeres dormidas.
Cuando abras los ojos
caminaremos, de nuevo,
entre las horas y sus invenciones
y al demorarnos en las apariencias
daremos fe del tiempo y sus conjugaciones.
Abriremos las puertas de este día,
entraremos en lo desconocido.
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