Planté
un granado en mi jardín hace ya un par de años. Es pequeño aún. Este año ha
echado hermosas flores que se han convertido en granadas con una buena
apariencia, pero que no han resultado buenos frutos, porque no han madurado
bien, o porque yo no lo he sabido cuidar debidamente, que muy bien podría ser.
Lo
cierto es que ahora, en el momento de empezar este invierno que ya veremos si
lo será, por las temperaturas tan inusualmente altas que tenemos, sus hojas se
han vuelto de un amarillo luminoso. Durante unos días el arbolito desprendía
luz al mirarlo y ahora esas hojas van cayendo, dejando sus ramas desnudas y un
tapiz entre amarillo y ocre en el suelo. Cuando estaba en plena floración saqué
unas fotos de aquellas flores divinas, de un rojo anaranjado intenso que
brillaban entre el verdor de las ramas.
Siempre
me ilusionó tener un granado, más que para comerme sus deliciosos frutos, para
tener este árbol que me recuerda siempre a otro: el granado de mi abuela, que
era enorme y producía unas granadas que eran una delicia. ¡Esas sí que
maduraban bien! Mi abuela vivía en el campo y, como eran otros tiempos, no
tenía electricidad. Lavaba la ropa a mano bajo el granado. Era otra vida, otro
mundo muy distinto del de ahora. Todos los granados y todas las granadas llevan
en sí la imagen y el recuerdo querido de mi abuela.
Pero,
aparte de los recuerdos personales, el granado es importante por el simbolismo atribuido
a su fruto, tan bello en su forma y en
su colorido.
"Granada"
procede del latín, malum granatum o manzana o fruta con granos. Según el
Diccionario de los símbolos, de Jean Chevalier y Alain Gheerbrant, la granada es un símbolo de
la fecundidad que tiene diversas y amplias manifestaciones en distintas
culturas. En la Grecia antigua es un atributo de Hera y de Afrodita. Tiene,
además, un importante protagonismo en el mito de Perséfone, quien por haberlo
comido fue condenada a pasar un tercio del año en los infiernos y los otros dos
en el mundo de los vivos por un favor de Zeus. Representa claramente el proceso
de la semilla que germina en el seno de la tierra y florece y da su fruto en la
superficie.
En
Roma el tocado de las novias está hecho con ramas de granado. En Asia y en
África encontramos también este mismo simbolismo en diversas leyendas y
creencias populares.
En
la literatura mística cristiana del siglo XVI, San Juan de la Cruz en el
Cántico espiritual (Canciones entre el alma y el Esposo) pone en boca de la
Esposa:
Gocémonos,
amado,
y vámonos a
ver en tu hermosura
al monte o
al collado
do mana el
agua pura;
entremos más
adentro en la espesura. 175
Y luego a las subidas
cavernas de
la piedra nos iremos,
que están
bien escondidas,
y allí nos
entraremos,
y el mosto
de granadas gustaremos. 180
En el
comentario dice el propio San Juan de la Cruz acerca del significado del mosto
de granada que “Las granadas significa aquí los misterios de Cristo y los
juicios de la sabiduría de Dios y las virtudes
y atributos de Dios, que del conocimiento de estos misterios y juicios
se conocen en Dios, que son innumerables”
basándose en la forma de la fruta y en la cantidad y disposición de los granos
en su interior.
Así tenemos,
pues, uno de los innumerables ejemplos de cómo el ser humano atribuye
significados simbólicos y metafóricos a los elementos de la naturaleza. Para mí
es simplemente la manifestación clara de que en el fondo nos sentimos parte de
esta naturaleza y por esta razón la dotamos de significado como hacemos con
todo lo que nos rodea y con todo cuanto creamos.
Y volviendo
al principio: a ver si el próximo año tengo más suerte o más habilidad en el
cuidado de mi granado y la fruta está más rica.
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